Tres casos conocidos en las últimas semanas ponen de relieve cómo los grupos colombianos siguen dominando los esquemas de usura conocidos como gota a gota en Centro y Sur América, gracias a una combinación de experiencia, acceso al financiamiento y conexiones con el narcotráfico.

Varias operaciones contra el crimen organizado llevadas a cabo en julio en Perú, Panamá y El Salvador han acabado con operaciones de usura, o gota a gota, vinculadas a Colombia.

La operación más grande tuvo lugar en El Salvador. Las autoridades anunciaron el 17 de julio que habían desmantelado una red de usura con varios tentáculos, conformada presuntamente por 110 colombianos, entre quienes se contaban expolicías y militares. Según los reportes, ingresaron como turistas a El Salvador con el propósito de lavar ganancias del narcotráfico mediante un esquema de préstamos a usura conocidos como gota a gota.

«Se está ante una estructura criminal emergente en nuestro país», declaró el ministro de justicia de El Salvador, Gustavo Villatoro, en una conferencia de prensa.

Gota a gota es un término común para los préstamos ilegales o por usura, en los que los prestamistas, en su mayoría grupos armados vinculados al narcotráfico, prestan dinero a corto plazo con tasas de interés de por lo menos el 20% diario. Los acreedores por lo general son personas de escasos recursos con una necesidad apremiante de dinero, ya que están por fuera del mercado legal de crédito. Los pagos se aseguran mediante métodos violentos.

Esta práctica ganó predominancia en Medellín, Colombia, durante el boom de la cocaína en los 90, como una forma de invertir y lavar las ingentes ganancias del narcotráfico de los grupos criminales. Desde entonces, el gota a gota se ha extendido a casi todos los rincones de Latinoamérica y el Caribe.

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Los colombianos no tienen un monopolio total del préstamo a usura o gota a gota en la región, donde también se conoce como prestadiario, préstamos informales o «chulco», en Ecuador.

Esta práctica se ha asociado muy de cerca con las personas de nacionalidad colombiana, tanto así que en los medios de noticias en toda la región ha empezado a aparecer el término prestamistas colombianos como sinónimo del gota a gota.

Análisis de InSight Crime

Los grandes ganancias y la amplia experiencia de los grupos criminales colombianos les dan ventaja sobre los usureros locales de otros países de la región

El gota a gota es una sofisticada actividad criminal que requiere de operadores hábiles que puedan encontrar clientes y establecer rutas de cobro, hacerse a acreedores que no desaparezcan con lo adeudado y presionar a familiares y amigos para que paguen la deuda en caso de que lo hagan.

“No cualquiera puede ser cobrador; no se trata de mostrar un arma e intimidar a alguien. El cobro tiene esencia y estilo, y el proceso también tiene su ciencia. No es tan simple, y los colombianos se especializan en eso”, comentó Carlos Andrés Zapata Cardona, director del centro de pensamiento colombiano Instituto Popular de Capacitación (IPC), un centro de investigación enfocado en ámbitos sociales.

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“En Colombia, hay básicamente escuelas para esta economía criminal”, denunció Hugo Mario Cárdenas López, editor de El País que ha cubierto el fenómeno regional del gota a gota.

Las ganancias del narcotráfico proporcionan a las organizaciones transnacionales un gran banco con el que pueden prestar dinero, y los avances tecnológicos han facilitado las transacciones financieras transfronterizas.

Los grupos con mayor participación en el gota a gota son algunas de las organizaciones colombianas narcotraficantes más resilientes, como la Oficina de Envigado y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), también conocidas como Clan del Golfo.

“El capital es colombiano, y las redes son las mismas que participan en el tráfico de drogas”, puntualizó Zapata Cardona.

Las ganancias de la cocaína dan a las organizaciones narcotraficantes transnacionales una gran reserva de dinero de dónde echar mano y los avances tecnológicos han facilitado las transacciones financieras entre fronteras.

Los colombianos también colaboran con otros grupos criminales internacionales para establecer sus operaciones de gota a gota en sus territorios y hacer el trabajo sucio que tiende a enemistarlos con las comunidades locales.

En México, los grupos colombianos han pagado a grupos locales, incluyendo la Unión Tepito, los Zetas, y el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) por el derecho a operar.