Los mercados de cocaína y cannabis en Brasil no fueron inmunes a los efectos de la pandemia de COVID-19, pero un informe reciente muestra cómo los narcotraficantes no tardaron en acomodarse a la nueva realidad para mantener el flujo de su mercancía.

Un reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD) expone las repercusiones que tuvieron sobre el tráfico de cocaína y cannabis en Brasil las medidas de confinamiento, la subsiguiente desaceleración económica y las respuestas estatales, así como las nuevas oportunidades criminales que este escenario propició.

Aquí, InSight Crime desglosa las ramificaciones a corto y largo plazo de los flujos de narcóticos en Brasil.

Más cannabis, menos cocaína

Durante la pandemia, los decomisos de cannabis mostraron un incremento consistente. En contraste, la cantidad total de cocaína decomisada en el territorio brasileño presentó una reducción temporal, aunque con variaciones regionales.

Entre abril de 2020 y marzo de 2021, los decomisos de cannabis aumentaron 107 por ciento de año en año, hasta llegar a casi 600 toneladas. En contraste, los decomisos de cocaína mostraron una baja de cerca del 20 por ciento. Si bien se registró un número más importante de decomisos individuales, la cantidad promedio de cocaína en esos decomisos cayó en picada, para representar una caída cuantitativa global.

Esto puede explicarse por varias razones. En primer lugar, el informe de la ONUDD señaló que el flujo de cannabis de Paraguay hacia Brasil «aumentó de manera importante, seguramente como consecuencia de la reducción en las actividades de erradicación y las dificultades en la colaboración transfronteriza».

Un informe paralelo realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) mostró que, aunque los traficantes de cocaína recurrieron a los cielos para eludir cierres de fronteras, los traficantes de cannabis se dirigieron a zonas remotas. Según el PNUD, al norte de Brasil, las ciudades de Pacaraima y Boa Vista fueron puntos de entrada para el cannabis colombiano que arribaba en barco por vías fluviales venezolanas. Y al sur, el estado brasileño de Rio Grande do Sul descubrió nuevos centros de tráfico en 2020, que no existían un año antes, por donde se ingresaba el cannabis desde Paraguay.

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Cierres de fronteras terrestres propiciaron aumento de narcovuelos

Los métodos tradicionales de introducción de la cocaína a Brasil se inhabilitaron durante la pandemia. La ONUDD señaló que, a pesar de la elevada producción de cocaína en Bolivia y Perú en 2019 y 2020, los cierres de las fronteras terrestres y fluviales, principalmente por Paraguay llevaron a considerar los vuelos como un plan B inmediato.

«Un mayor flujo de cocaína a las zonas fronterizas del oeste de Brasil poco después del brote de COVID-19 parece haber sido posible […] porque los traficantes recurrieron con mayor frecuencia a los vuelos clandestinos para transportar cocaína hacia Brasil», explica el informe.

Sin embargo, esos vuelos parecen haber sido en su mayoría tiros cortos, pues los estados que presentaron incrementos de los decomisos fueron Mato Grosso do Sul y Paraná, ambos en la frontera con Paraguay.

Este cambio no parece haber inclinado la balanza de poder en el panorama del narcotráfico en Brasil. Las principales bandas del país estaban mejor posicionadas para cambiar sus rutas y métodos de tráfico.

Por ejemplo, el Primer Comando de la Capital (Primeiro Comando da Capital, PCC) se dio el lujo de dar el salto de las vías terrestres para el tráfico de cocaína a los vuelos clandestinos. El fiscal de São Paulo, Lincoln Gakiya, dijo al diario financiero Valor Econômico que el PCC compró «helicópteros y avionetas que pueden transportar de 400 a 500 kilos [de cocaína]» desde Bolivia y Paraguay.

En ese sentido, explicó, el cierre de la frontera entre Brasil y Paraguay «no les causó muchos problemas».

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Mayor participación de puertos más pequeños

El informe de la ONUDD destacó cómo el mayor escrutinio en los puertos marítimos más importantes y la mayor demanda de cocaína en Europa llevó a los traficantes brasileños a hacer mayor uso de puertos marítimos de menor importancia.

«La diversificación [de los puertos] se había observado antes de la pandemia, pero cobró especial importancia en el transcurso de esta, y cobró mayor visibilidad en términos de los países de destino para la cocaína que salía de los puertos brasileños», señala el informe.

Aunque el mayor puerto del país, Santos, cerca de São Paulo, mantuvo su importancia para los flujos de cocaína, otras opciones hacia el norte y el sur ganaron popularidad. Entre 2019 y 2022, el Puerto de Paranaguá, en el estado de Paraná, sur del país, fue un punto de salida común para la cocaína con destino a Europa, enviada por un grupo conectado con la mafia calabresa, en Italia. Después del primer decomiso de cocaína de su historia, en 2019, el puerto de Natal, al noreste del país, se convirtió en salida importante para la droga con destino a los Países Bajos. Y la colosal operación narcotraficante de Sérgio Roberto de Carvalho, uno de los mayores narcos de la historia de Brasil, usaba cualquier puerto que hubiera en Brasil para el tráfico de docenas de toneladas de cocaína hacia Europa.

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