Según informes, las armas de fuego son utilizadas en más del 80 por ciento de todos los homicidios en Honduras, casi el doble que el promedio mundial; una epidemia que ha sido en gran parte alimentada por la facilidad con la que los criminales pueden obtener armas y municiones.

De los 48.094 homicidios registrados en Honduras entre 2008 y 2015, 39.111 fueron cometidos con un arma de fuego, según datos del Observatorio de la Violencia adscrito a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y consultados por La Tribuna. En Honduras, la relación entre las muertes causadas por armas de fuego y el total de homicidios se ubica en 81,3 por ciento, lo cual es casi el doble del promedio mundial, que mantiene una relación del 41 por ciento (pdf), según el Instituto Igarapé.

En algún momento, Honduras ocupó el primer lugar de la lista de los países sin guerra más violentos del mundo, y actualmente sigue estando entre los más violentos. A principios de la década del 2010, la tasa de homicidios alcanzó un registro record de 90 por cada 100.000 habitantes, antes de caer a los niveles actuales en los que la tasa se ubica en cifras cercanas a los 57 por cada 100.000 habitantes.

El departamento norteño de Cortés —donde se ubica San Pedro Sula— sufrió gran parte de la violencia durante los últimos ocho años registrando el 31 por ciento de los asesinatos que ocurrieron en el país, según datos del Observatorio.

Francisco Morazán, ubicado en Tegucigalpa, y Atlántida, en La Ceiba, fueron el segundo y el tercer departamento más violento del país, registrando el 17 y 8 por ciento del total de los homicidios, respectivamente.

Análisis de InSight Crime

La alta tasa de muertes por armas de fuego se encuentra estrechamente relacionada con el gran mercado negro que provee este tipo de armamento a los poderosos grupos criminales de Honduras. En 2014, una comisión del congreso hondureño estimó que más de 1 millón de armas se encontraban en circulación, y de esas, más de 700.000 no contaban con licencia.

Muchas de las armas ilegales son traficadas desde Estados Unidos y países fronterizos como El Salvador o Guatemala.

Sin embargo, una parte importante proviene de las mismas fuerzas de seguridad hondureñas que no registran las armas con el Estado, según una fuente anónima consultada por La Tribuna. Esta falta de regulación facilita la transferencia de armamento entre los arsenales de la policía y el ejército hacia las manos de grupos criminales.

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De manera similar, la oferta de municiones parece ser barata y abundante. La titular del Observatorio de la Violencia, Migdonia Ayestas, señaló con alarma que en algunas de las escenas del crimen se han encontrado hasta 400 casquillos y que algunos cuerpos han sido impactados por hasta 10 heridas de bala. Esto evidencia que “las balas o proyectiles parecieran ser tan baratas, que no les importa gastar las que sea para demostrar su poder de letalidad”, le dijo Ayestas a La Tribuna.

Sin duda alguna, la violencia es un problema serio en toda la región. En Centroamérica, las armas de fuego son utilizadas en el 73 por ciento de todos los homicidios, mientras que en Suramérica esa cifra es del 53 por ciento, según Igarapé.

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