México ha anunciado la captura de un presunto miembro de los Zetas vinculado a la masacre de 17 músicos, en un caso que resalta la lucha por los espacios sociales, así como los físicos, entre los carteles de la droga de México.

La Unidad Especializada en Secuestros de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) capturó a Edgar Alberto de la Garza Treviño el 27 de septiembre por su implicación en el asesinato de 17 miembros de Kombo Kolombia -un grupo mexicano que tocaba el género musical colombiano “vallenato”- en Nuevo Laredo el 25 de enero, informó Milenio.

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Las autoridades creen que los homicidios fueron consecuencia de que el grupo había comenzado a presentarse en lugares que antes habían sido controlados por los Zetas, pero que más tarde cayeron bajo el dominio de sus rivales: el Cartel del Golfo, señaló Proceso. Entre las víctimas había trece músicos, tres asistentes y un ingeniero de sonido, según El Universal.

Según el portavoz de seguridad de Nuevo León, Jorge Domene, de la Garza Treviño inicialmente actuó como vigía y luego participó en el secuestro, pero no estuvo involucrado en el asesinato. La policía actualmente está buscando a seis personas más en relación con el crimen.

Análisis de InSight Crime

La lucha entre los carteles de la droga mexicanos por el control de porciones de un territorio, conocido como “plazas”, es el principal motor de la violencia de la guerra de drogas del país. Esta lucha se ha llevado a un nuevo nivel por los Zetas, cuya aproximación militar y enfoque en la toma y el control de territorio sobre el establecimiento de una infraestructura criminal los ha ayudado a expandirse rápidamente tanto en México como en algunos países centroamericanos.

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Los grupos luchan por el control de las plazas ya que les da el control sobre las actividades criminales en la zona, a la vez que les proporciona ganancias, ya sea a través de impuestos o mediante la ejecución directa de estas actividades. No obstante, como se ilustra en el caso de Kombo Kolombia, el control sobre un área a menudo va más allá de lo físico y también puede incorporar el espacio social, que es importante para los grupos criminales como medio para proyectar poder en un área determinada. En muchas de las guerras más disputadas entre los carteles, el control del espacio social se ha convertido en un componente clave del control territorial, incluso cuando no implica directamente un beneficio económico.

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