Un alto directivo del fútbol en Uruguay comentó recientemente que los clubes de fanáticos en el país han comenzado a operar como organizaciones criminales, una señal de que la evolución de estas llamadas “barras bravas” refleja la de sus contrapartes en la vecina Argentina.

Las barras bravas “se han transformado en verdaderos carteles que incluso luchan por el territorio y por el rubro delictivo al que se van a dedicar”, comentó Rafael Peña, jefe de seguridad de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF). Peña hizo estas observaciones en una audiencia ante el parlamento uruguayo a comienzos de febrero, informó El País.

El directivo del fútbol explicó que las barras bravas actúan con “una típica estructura de crimen organizado”, porque siguen la logística, los códigos de conducta y una jerarquía de toma de decisiones. Señaló que las barras dependen con frecuencia de la extorsión. El vicepresidente de la AUF, Édgar Welker, declaró que incluso los clubes de fútbol son extorsionados por las barras bravas.

Peña anunció que la AUF está trabajando con las autoridades en Montevideo para quitarle a las bravas los ingresos por concesiones de estacionamiento, que según lo dijo es una “fuente de enormes ingresos” para estas. Sin embargo, menos de un mes después, Peña declaraba que la responsabilidad de enfrentar a estos grupos era del sistema judicial en última instancia.

El problema de las barras bravas “no va a ser solucionado por la Asociación Uruguaya de Fútbol ni por ninguna organización civil”, puntualizó Peña con El País a comienzos de marzo. “sino que es una tarea exclusiva de la policía y de la justicia”.

Análisis de InSight Crime

La descripción que hace Peña de las barras bravas en Uruguay, si es preciso, se equipararía con la evolución observada en las barras bravas del fútbol de Argentina.

En la década de 1970, las barras bravas argentinas estaban conformadas por fanáticos duros que querían mostrar su lealtad a su equipo favorito, con atuendos, coros y cantos al unísono. Pero hacia la década de 1980, las bravas “comenzaron a caracterizarse por la violencia”, comentó a InSight Crime el sociólogo argentino, José Garriga, en 2013, hasta que “se convirtieron en lo que las definió”. Eventualmente se involucraron en estructuras de dinero fácil, similares a las que se refiere Peña que se presentan ahora en Uruguay. Algunas bravas en Argentina incluso tienen vínculos con el negocio de la droga y cuentan con protección política que las blinda de acciones judiciales.

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En respuesta a la creciente amenaza, poco después de ser elegido en noviembre de 2015, el presidente Mauricio Macri ordenó la creación de una fuerza élite que desarticulara las barras bravas. La administración de Macri también creó un registro de cada una de las bases de hinchas del país para proporcionar a las autoridades mayor información sobre estos grupos.

Puede que sea solo cuestión de tiempo antes de que las autoridades uruguayas se vean forzadas a tomar medidas similares para contrarrestar las barras bravas en su país, como insiste Peña que debe hacerse.

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