Los reclusos de Tacumbú, la prisión más grande de Paraguay, operaban abiertamente una cocina para el procesamiento de drogas, el más claro ejemplo hasta la fecha de que la corrupción se ha apoderado del sistema penitenciario del país.

Una reciente operación policial dentro de Tacumbú descubrió una instalación casera en la que se producía crack y cocaína en el área de admisiones, una de las zonas más concurridas de la prisión y donde muchos reclusos se reúnen con frecuencia.

En total, se incautaron 7,5 kilogramos de cocaína, pasta de coca y crack, al igual que hornos en los que se procesaba la droga.

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Durante la redada también se descubrió un “centro de operaciones” dentro de la cárcel, perteneciente al narcotraficante Jaime Andrés Franco Mendoza, que manejaba alrededor de US$37.000 en diversas monedas, como dólares estadounidenses, euros, guaraníes e incluso rands sudafricanos.

En una alocución después de la operación, la fiscal Alicia Sapriza le dijo a la prensa que las instalaciones de cocaína podían ser claramente vistas por los guardias y que los reclusos consumían cocaína y marihuana con frecuencia. El Ministerio de Justicia ha anunciado un cambio en la gestión penitenciaria y se ha abierto una investigación sobre el papel de los custodios.

Análisis de InSight Crime

La prisión de Tacumbú no está en buenas condiciones. El año pasado, dos miembros de la pandilla brasileña Primer Comando Capital (Primeiro Comando do Capital, PCC) fueron asesinados dentro de la prisión como parte de una violenta serie de enfrentamientos entre el PCC y el Clan Rotela.

En octubre de 2019, el entonces director de Tacumbú, Jorge Fernández, le dijo a InSight Crime que la prisión contaba con poco personal y que tenía dificultades para mantener a las diferentes pandillas separadas y para controlar el consumo de drogas.

Pocas semanas después de esa entrevista, Fernández fue despedido por una serie de presuntas infracciones, y el sobrino del líder del Clan Rotela fue asesinado dentro de la prisión.

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En enero de 2020, el gobierno desplegó tropas para proteger las penitenciarías y reprimir la violencia y las frecuentes fugas.

El hecho de que se haya podido construir una planta de producción de cocaína a plena vista de los guardias no es sorprendente, dado el nivel de corrupción en esta prisión. Olga Blanco, exdirectora de institutos penales de Paraguay, considera que las economías criminales dentro de Tacumbú generan millones de dólares.

En una entrevista, Blanco señaló que ciertos prisioneros pagaban miles de dólares con el fin de conseguir una de las “celdas VIP” de la prisión; además, se les cobraba entre US$150 y 700 a la semana para obtener otros beneficios, como dejar entrar a sus parejas o amigos.

En el año 2016 se descubrió que el infame narcotraficante brasileño Jarvis Chimenes Pavão disfrutaba una lujosa vida al interior de Tacumbú. Desde allí pudo continuar dirigiendo una operación internacional de drogas, y frecuentemente se reunía en la prisión con sus socios.

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La venta de drogas al interior de las instalaciones también ha sido una causa importante de violencia en las prisiones paraguayas. El Clan Rotela, la principal organización criminal originaria del país, evolucionó como una pandilla carcelaria, enfocada sobre todo en la venta de crack. Sin embargo, ha tenido dificultades para disputarle el control de esta lucrativa economía al PCC, que ha establecido una firme presencia en las cárceles paraguayas.

En julio de este año, la ministra de Justicia, Cecilia Pérez, le dijo a la prensa que “Tacumbú no está controlada por una sola persona, sino por varios grupos, en complicidad con el personal carcelario”.