El gobierno de Colombia ha iniciado conversaciones de paz preliminares con la segunda guerrilla más grande del país, el ELN, en un movimiento que plantea la posibilidad de la desmovilización de otro jugador importante en el hampa de Colombia, pero que podría complicar las negociaciones en curso con las FARC.

En un comunicado de prensa conjunto del 10 de junio, el gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) confirmaron que ambas partes participan en conversaciones de paz exploratorias, para definir la agenda para unas negociaciones más formales. Hasta ahora, se han puesto de acuerdo en dos puntos para la agenda -víctimas del conflicto y participación ciudadana- pero todavía tienen que cerrar otros temas o acordar una fecha de inicio para las negociaciones.

El presidente Santos afirmó que un proceso de paz integrado, que incluya tanto las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como al ELN, sería la mejor manera de garantizar el fin del conflicto armado en Colombia, pero dijo que no puede confirmar si las dos mesas de negociación se unirán o no.

Las conversaciones se iniciaron a puerta cerrada en Ecuador, en enero de 2014, después de una serie de reuniones celebradas el año anterior.

Análisis de InSight Crime

El ELN es la segunda mayor insurgencia guerrillera marxista de Colombia, a pesar de que se estima que tiene menos de 2.000 combatientes, y una presencia mucho más localizada que sus primos de las FARC.

El grupo ha participado anteriormente en varias negociaciones de paz fallidas con el gobierno colombiano, la primera de las cuales tuvo lugar durante la presidencia de Belisario Betancur en los años ochenta. El grupo también intentó otro proceso de paz bajo el gobierno de Andrés Pastrana, comenzando en 1998 y trató sin éxito de negociar con el gobierno de Álvaro Uribe en dos ocasiones diferentes.

Desde el inicio de las negociaciones con las FARC en 2012, el ELN ha pedido en repetidas ocasiones unirse a las conversaciones, y por un tiempo se escucharon los rumores de que las conversaciones se estaban llevando a cabo bajo cuerda.

Llevar al ELN a la mesa, es un paso positivo hacia la paz para Colombia, ya que si se desmovilizaran al mismo tiempo que las FARC, se cerraría una de las vías abiertas para la resistencia guerrillera. En la actualidad, los dos grupos cooperan estrechamente tanto en las acciones políticas como militares, y el salto de una organización a la otra sería fácil de hacer para aquellos que quieran seguir en la lucha armada.

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Sin embargo, el ELN tiene diferentes expectativas para las negociaciones, como su insistencia en la participación de la sociedad civil, y su participación en las conversaciones conjuntas podría hacer aún más problemático un proceso ya de por sí complejo y enredado con las FARC.

Si las negociaciones tienen éxito, entonces la desmovilización del ELN podría tener un impacto significativo sobre el crimen organizado en Colombia. Los guerrilleros se mantienen a sí mismos mediante el secuestro, la extorsión y ahora el tráfico de drogas -que en el pasado vieron como “antirrevolucionario”, pero se ha convertido en uno de los pilares de su financiación. En la última década, han formado alianzas con grupos narco-paramilitares, en particular los Rastrojos, y cada vez más se han involucrado en la producción de drogas, en prestar servicios de seguridad para los traficantes, y posiblemente incluso en el tráfico.

Dado que las conversaciones exploratorias de paz comenzaron en enero, la confirmación oficial de Santos parece programada para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que tendrán lugar el 15 de junio. Durante la campaña presidencial, Santos en gran medida se ha retratado como el candidato de la paz, en contraste a su oponente Óscar Iván Zuluaga, quien sólo continuaría las conversaciones bajo condiciones que es poco probable que sean aceptadas por la guerrilla.