Uno de los grupos criminales más poderosos de Colombia, el ELN, abrió las puertas hacia un proceso de paz luego de las elecciones presidenciales en Colombia, pero su propuesta también trae exigencias.

El 20 de junio, un día después de las elecciones presidenciales en Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), publicó un comunicado a través de su página oficial en el que anuncia su “plena disposición para avanzar en un Proceso de Paz”.

El mensaje, que está firmado por el Comando Central (Coce) del grupo, su máximo organismo, señala que el nuevo gobierno debe hacer avances en distintos temas a nivel nacional como la sustitución de cultivos, la participación en política, la transición energética y el modelo económico para poder iniciar las conversaciones.

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El anuncio se da después de que, en enero de 2019, el saliente presidente de Colombia Iván Duque rompiera los diálogos de paz con la que es ahora la guerrilla más antigua del continente, tras un atentado por parte del grupo contra una importante escuela de policías en Bogotá que dejó varios uniformados muertos.

El presidente electo, Gustavo Petro, ya había mencionado durante su campaña la posibilidad de entablar procesos de paz con los actores armados del país, como parte de un “proceso integral de paz”. Sin embargo, no se conocen detalles sobre cómo sería el proceso propuesto por el nuevo gobierno.

Análisis de InSight Crime

Con sus condiciones el ELN parece medir el aceite del gobierno entrante frente a su voluntad de paz. ¿Impondrá el nuevo presidente las suyas y se sentará a negociar?

Actualmente la guerrilla se encuentra en uno de sus mejores momentos: tiene presencias en los enclaves criminales más importantes del país y auspiciados en parte por el gobierno de Venezuela, ha logrado atornillarse en el territorio vecino para mantener su poder. Su negativa a las conversaciones de paz adelantas por el gobierno de Juan Manuel Santos (2014-2018) y retomadas por el saliente presidente Iván Duque, son una muestra de su actual posición y jerarquía frente al Estado.

Y aunque el grupo habla de “plena disposición” para las conversaciones, en realidad está haciendo demandas hacia el nuevo gobierno, pues aclara que deben hacerse cambios antes de poder conversar.

La carrera política del presidente electo, Gustavo Petro, también ha estado marcada por su pertenencia a los movimientos guerrilleros de los años setenta y ochenta en el país, específicamente del M-19, y su posterior desmovilización en el año 1990 tras un acuerdo de paz. Una vez depuestas las armas, el grupo entró a participar políticamente en la historia del país. Con ese precedente de por medio, no sería extraño que el grupo apelara al pasado de Petro y se sintiera en mayor confianza para iniciar un proceso de paz.

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Sin embargo, las condiciones que de una u otra forma pide el ELN tendrán que ser revisadas por el gobierno a la luz de un país que políticamente se debate entre dos grandes proyectos nación: uno representado por Petro y el otro por un gran número de colombianos que todavía cree que estos grupos deben enfrentarse militarmente, tal y como lo ha hecho el gobierno saliente.

Ya son varias las ocasiones en que el ELN ha tratado de sentarse con diferentes mandatarios de Colombia para esbozar lo que podría ser un acuerdo de paz, pero todos han fracasado por disputas internas o factores externos al proceso. Solo el tiempo dirá si el gobierno de Gustavo Petro logrará la desmovilización de la última guerrilla de Colombia.