El gobierno colombiano ha culpado al narcotráfico de tres masacres en el sur del país, pero es probable que la violencia en la región sea impulsada por grupos armados, que siembran terror en la población civil como forma de expandir su control.

El más sonado de los recientes hechos de violencia fue la masacre que tuvo lugar en Samaniego, municipio de Nariño, el pasado 15 de agosto, donde hombres encapuchados asesinaron a 9 jóvenes entre los 17 y 28 años. Hasta ahora, las causas y autores de este suceso son desconocidas, según reportaron varios medios.

A estos hechos se suma el asesinato de dos menores de edad en Leiva una semana antes, y una masacre  el 18 de agosto en el resguardo indígena awá de Pialapi Pueblo Viejo, ubicado en el municipio de Ricaurte, de acuerdo con información de El Espectador.

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Aunque algunos reportajes sostienen que entre las víctimas de Samaniego se encontraba el líder de una banda que operaba bajo la protección del Ejército de Liberación Nacional, los familiares aseguran que estas suposiciones son falsas y que aún no encuentran explicación a esta tragedia.

El ministro de defensa de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, le dijo a Caracol Radio que las recientes amenazas y masacres en Nariño, un foco de cultivo de coca, son una razón más para promulgar la fumigación aérea de los cultivos de coca.

“No hay duda de que el narcotráfico tiene gran presencia en esa zona donde tuvo lugar el asesinato”, señaló el ministro y añadió que: “los cultivos ilícitos son una amenaza para la comunidad”.

Análisis de InSight Crime

Si bien Nariño es un epicentro para los cultivos de coca y el narcotráfico, las masacres recientes probablemente sean la consecuencia de una incertidumbre por la pugna de poder criminal en la región.

Por su parte, la guerrilla del ELN que tiene presencia en esta región de Nariño a través de los frentes Comuneros del Sur y Camilo Cienfuegos, así como la Compañía Toño Obando, desmintió su participación en los hechos y culpó a organizaciones paramilitares, según una carta de su delegación en Cuba.

A los territorios que ocupan otras organizaciones, se suma la expansión grupos ex-FARC mafia como el frente Carlos Patiño, que pertenece al Comando Coordinador de Occidente, ha emprendido desde el sur del Cauca, absorbiendo a miembros del remanente Frente Estiven González.

A esta mezcla volátil se suman Los Urabeños, el grupo narcotraficante y paramilitar que se autodenomina Autodefensas Gaitanistas de Colombia.

Este mes, Los Urabeños asesinaron dos miembros de las ex-FARC mafia en Magüi Payán, también en el departamento de Nariño. Un video del asesinato circuló por redes sociales, instalando el pánico en la región.

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El asesinato de los disidentes a manos de Los Urabeños, quienes tienen su fortaleza en los municipios de Leiva y El Rosario, es el último de los recursos  para mantener poder y tras el asedio por parte de los ex–FARC mafia que se desplazan desde Cauca, según reseñó la Defensoría del Pueblo en su alerta temprana más reciente para estos municipios. La rápida expansión de las ex-FARC mafia ha creado un ambiente hostil en las comunidades rurales que quedan bajo fuego.

Mientras los grupos armados irregulares luchan por el control del narcotráfico, la violencia extrema sigue funcionando menos como mensaje criminal y más como un intento de imponer el control a través del terror.

Tal como afirmó Juan Carlos Garzón, director del área de Dinámicas del Conflicto y Negociaciones de Paz de la Fundación Ideas para la Paz, la solución se ha manifestado siempre en clave de seguridad y narcotráfico, sin embargo, poco se ha pensado cómo reforzar el poder local de comunidades y Estado a ese nivel.