Las revelaciones de que parientes del notorio capo mexicano de la droga Joaquín “El Chapo” Guzmán han registrado su nombre como marca para uso comercial han desatado un escándalo en México, y suscitado preguntas sobre quién, si hay alguien, se beneficiaría de la “marca comercial” de un criminal.
En 2010 y 2011, el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial (IMPI) aprobó 24 solicitudes de registro de marca presentadas por la hija de El Chapo, Alejandrina Gisselle Guzmán Salazar y por dos mujeres que aparecían como sus viudas. Las aprobaciones otorgaban al trío los derechos de producir artículos, como ropa, joyas y juguetes con “El Chapo” y otras variaciones del alias del criminal, según reveló Milenio.
El recientemente recapturado Chapo es el cabecilla del Cartel de Sinaloa, la red narcotraficante más poderosa de México ligada a miles de muertes, y el descubrimiento de las aprobaciones de registro de marca otorgadas por el IMPI ha sido un escándalo menor, con cobertura de medios locales e internacionales.
El secretario de economía de México Ildefonso Guajardo Villarreal se apresuró a señalar que el IMPI había aprobado las solicitudes durante la administración anterior de Felipe Calderón, no del actual presidente Enrique Peña Nieto.
Según otro artículo del mismo Milenio, el IMPI ha recibido solicitudes de registro de otros muchos nombres asociados con el crimen organizado en México, pero por lo general han sido rechazadas.
Análisis de InSight Crime
Los productos y el entretenimiento con temas del crimen organizado no son nada nuevo. Los “narcocorridos” o canciones populares que inmortalizan a capos de carteles y el estilo de vida del crimen, por ejemplo, son muy populares en todo México y Centroamérica. Sin embargo, puede decirse que El Chapo es el único narcotraficante desde Pablo Escobar, en Colombia, que ha acumulado tal infamia y reconocimiento internacional para que su imagen se convierta en una marca comercializable.
Ya en Estados Unidos, los consumidores han podido vestirse con el traje de reclusión de El Chapo en Halloween, y después de que El Chapo se fotografiara con el actor Sean Penn salieron al mercado las camisas azules de cachemira.
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Lo que muchos ven de mal gusto es que los parientes de El Chapo puedan usufructuar una marca construida sobre la violencia y la criminalidad que tanto daño han causado en México. En Colombia, un caso similar surgió cuando a la familia de Pablo Escobar se le negó el derecho a comercializar su nombre.
Sin embargo, aunque pueda no parecer controvertido que se niegue a los parientes el derecho de beneficiarse de las fechorías, otros suelen sacarle jugo a estos mercados sin mucha crítica; la popularidad de la serie “Narcos“, de Netflix, y de películas, como “Sicario” son evidencia de eso. Y después de la reciente recaptura de El Chapo y de su encuentro con Sean Penn, una película basada en su vida parece casi inevitable.