Pandilleros del PCC acechaban a los agentes de policía de Brasil en las redes sociales e ingresaban a sus casas utilizando uniformes de empleados. Crearon una especie de escuadrón de la muerte mediante el cual planeaban atentar contra sus vidas.

La pandilla carcelaria más conocida del país, el Primer Comando Capital (Primeiro Comando da Capital, PCC) estaba planeando matar a 12 funcionarios de seguridad pública, entre ellos policías y guardias de prisión, según la Delegación Especializada en el Combate al Crimen Organizado (Delegacia Especializada de Combate ao Crimen Organizado, DECO). El arresto de los pandilleros permitió identificar las sofisticadas técnicas de vigilancia de estos escuadrones de la muerte.

Según las autoridades, los miembros del PCC recopilaban inteligencia mediante fuentes de información de acceso abierto, como las redes sociales, en donde encontraban información sobre sus objetivos. También revisaban las páginas web del gobierno y la publicación estatal Diário Oficial, con el fin de mantenerse al día con respecto a las transferencias de los agentes. Luego la información les era enviada a los líderes criminales en las cárceles.

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Otros miembros de la pandilla llevaban a cabo operaciones de campo. La mayoría de estos tenían deudas con los dirigentes del PCC, y los asesinatos planeados eran una manera de saldar sus deudas. Usando la información obtenida en línea, acechaban a los oficiales y a sus familiares, amigos y colegas, vigilando sus hogares y vehículos y aprendiendo sobre sus rutinas diarias. Incluso entraban a las casas de sus objetivos haciéndose pasar por empleados de televisión por cable.

La policía sospecha que el asesinato de un soldado de 25 años de edad fue el primero y único que se pudo llevar a cabo, de los doce que se tenían planeados. Uno de los cuatro sospechosos detenidos por el asesinato había salido de prisión apenas tres semanas atrás.

La misma facción de la pandilla había contratado además a detectives privados para que hicieran seguimiento a las rutinas de los servidores públicos, lo que, según las autoridades, les permitió ejecutar a tres funcionarios federales.

Análisis de InSight Crime

Las revelaciones acerca de la existencia de un escuadrón de la muerte al interior del PCC llama la atención sobre la creciente sofisticación de la pandilla y demuestra hasta qué punto sus miembros están dispuestos a llegar en su lucha contra el Estado.

Conformado por presos en la década de los noventa, el PCC se ha convertido en la estructura criminal organizada más grande de Brasil, y se ha estado expandiendo a Paraguay y Bolivia, donde se ha involucrado en el tráfico de drogas y armas.

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La habilidad operativa del grupo criminal quedó demostrada en 2017, cuando un escuadrón robó US$11,7 millones en efectivo de la empresa de seguridad privada Prosegur —un atraco de estilo militar—. Ello ocurrió en Ciudad del Este, Paraguay, donde la pandilla incendió carros, abaleó la sede de la empresa y utilizó explosivos para abrirse camino hasta la cámara donde se encontraba el efectivo. En este atraco participaron entre 50 y 60 miembros de la pandilla, quienes huyeron en barco hacia Brasil.

En 2018, las autoridades confiscaron libros de contabilidad en los que se detallan las fuentes de ingresos de la pandilla, sus tácticas de lavado de dinero y el aumento del número de miembros. Según los documentos, las actividades ilícitas de la PCC le pueden generar al grupo por lo menos US$100 millones y quizá hasta US$200 millones al año.

Por todas estas razones, InSight Crime incluyó al PCC en su lista de los tres “ganadores” criminales de 2018, considerando al grupo una de las estructuras criminales del continente americano que es necesario observar atentamente. La reciente operación del escuadrón de la muerte de la pandilla deja claro por qué.