Como parte de una campaña amplia de persecución a las finanzas criminales, la policía de la ciudad de Río de Janeiro solicitó a los tribunales que tomaran control de los negocios legales usados por milicianos para legalizar dineros de procedencia ilícita.

Esta semana, la fuerza de tarea contra el lavado de dinero de Río presentó una petición a la rama judicial para expropiar empresas constituidas legalmente y al día con sus obligaciones tributarias, pero que han sido usadas como fachada por las milicias, según información de Globo. De aprobarse la solicitud, las empresas serían entregadas a algunos administradores y seguirían operando legalmente, pero las ganancias se usarían como fuente de financiamiento para la policía. La institución declaró que la medida buscaba evitar cualquier inconveniente a los clientes.

En octubre pasado, la policía cerró ocho farmacias en todo Río de Janeiro por su presunto uso como fachadas para el lavado de activos.

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Una semana antes, otra redada dejó como resultado el embargo de la “farmacia de la milicia”, una plaza llena de medicamentos para venta ilegal, incluidas sustancias controladas. Se cree que el lugar tenía vínculos con la milicia de Nova Iguaçu, dirigida por Wellington da Silva Braga, alias “Ecko”, el más buscado de la ciudad.

Pero las farmacias son apenas la punta del iceberg del lavado de dinero. En los dos últimos meses, se dice que los operativos policiales en Río de Janeiro han decomisado activos por 800 millones de reales (US$150 millones) a las milicias.

Estas no han sido los únicos blancos de la operación. En octubre, InSight Crime informó que varios operativos en docenas de ciudades también tenían como objetivo desarticular las finanzas de las bandas criminales más grandes de Brasil, el Comando Rojo (Comando Vermelho, CV) y el Primer Comando de la Capital (Primeiro Comando da Capital, PCC).

El gobernador interino de Rio de Janeiro, Cláudio Castro, declaró esta semana que “la estrategia de la policía es capturar a esas bandas y asfixiarlas financieramente, buscando impedir todas estas prácticas de lavado de dinero”.

Análisis de InSight Crime

Es alentador ver que la policía hace esfuerzos concertados para atacar las finanzas de las milicias, de las que se cree que tomaron el lugar de las bandas narcotraficantes como la mayor amenaza criminal en Río. Pero bloquear los negocios fachada es solo un primer paso, dada la variedad de opciones de lavado de dinero disponibles para estos grupos.

Las milicias, muchas veces conformadas por soldados, policías y bomberos retirados y en servicio, han desarrollado complejas economías criminales en toda la ciudad, demostrando su grado de control. Es común que obliguen a los residentes de ciertos barrios a depender de las milicias para el acceso a servicios básicos, como agua, electricidad y acceso a internet. Los grupos supervisan transacciones de bienes raíces, administran parqueaderos y autorizan la apertura o no de negocios, y cobran sustanciosos ingresos por extorsión sobre cualquier actividad.

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En una investigación dedicada al modelo de negocios de las milicias, el medio brasileño UOL describió a los jefes de estos grupos como funcionarios públicos en ejercicio o retirados “que actúan como señores feudales y trazan estrategias como ejecutivos capitalistas”.

Su gobernanza criminal enfrenta pocas restricciones, pues las milicias muchas veces encuentran aliados dispuestos a colaborar en los sectores de negocios legales. “A las bodegas de mercancías y las empresas logísticas les agrada tener cerca a la milicia para evitar los robos de carga. El sistema legal hace acuerdos con el sistema ilegal”, como explicó Alba Zaluar, profesora de antropología de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (Universidade Estadual do Río de Janeiro, UERJ) en entrevista con UOL.

Pese a su participación en una variedad de actividades ilegales, las milicias siguen gozando de amplia impunidad. El mencionado jefe de milicia, da Silva Braga, es el hombre más buscado de Río y enfrenta cargos en nueve casos distintos. Pero, según un perfil de Globo, se desplaza por toda la ciudad con su propia escolta, vive en residencias lujosas y tiene interacción frecuente con agentes de la policía y narcos por igual.