Tras la detención del poco conocido líder pandillero en Honduras, han surgido pruebas de su papel como uno de los narcotraficantes más importantes del país, lo que indica la emergencia de las mafias locales en el país más violento del mundo.
José Lucio Rivera Gómez, quien fue detenido el 27 de octubre en el departamento suroriental de Olancho -limítrofe con Nicaragua- está acusado de delitos como homicidio, posesión ilegal de armas y un audaz ataque el año pasado contra una comisaría, informó La Tribuna. Rivera presuntamente era el líder de una poderosa pandilla llamada la “Banda de Lucio”.
La policía arrestó a Rivera y a seis presuntos colaboradores en la ciudad de San Francisco de la Paz, e incautó armas de fuego -incluyendo rifles de asalto- y vehículos pertenecientes a la pandilla, señaló El Heraldo. Uno de los sospechosos, el sargento de Infantería Cesar Vladimir Martínez Isidro, está acusado de trabajar como la mano derecha de Rivera y de planificar diversos crimenes cometidos por el grupo, según La Tribuna.
Según un portavoz de la policía, las autoridades habían estado siguiendo los movimientos de Rivera durante tres meses, destacó La Tribuna.
Análisis de InSight Crime
Rivera fue anteriormente una figura relativamente desconocida, como muchos otros que operan en Olancho -una región muy boscosa del tamaño de El Salvador, que es un bastión para los traficantes de armas y drogas y un punto clave para la transferencia de las drogas que se mueven hacia el norte. No obstante, fuentes locales dijeron a InSight Crime que Rivera es uno de los principales facilitadores de las drogas que pasan por el departamento, con conexiones de alto nivel en los círculos políticos y las fuerzas de seguridad.
Según el Departamento de Estado de Estados Unidos, se estima que el 79 por ciento de los vuelos de cocaína que salen de Suramérica pasan por Honduras. Un gran número de pistas de aterrizaje clandestinas se encuentran en Olancho, y pese a los esfuerzos del gobierno de Honduras para destruir estas pistas de aterrizaje, el difícil terreno y la naturaleza subdesarrollada del departamento hacen que sea difícil de monitorearlas, lo que permite a grupos como el de Rivera operar en relativo anonimato.
La presencia de seguridad en Olancho también es débil, con sólo alrededor de 250 oficiales de policía asignados para toda el departamento. Otro grupo hondureño, los Cachiros, también opera en el territorio, y se cree que el Cartel de Sinaloa tiene una fuerte influencia allí.
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Teniendo en cuenta las asociaciones de Rivera y la debilidad de la seguridad en la región, su captura es algo sorprendente. Sin embargo, con las posturas de los candidatos sobre el tráfico de drogas siendo un tema importante en las próximas elecciones, el gobierno puede estar tratando de demostrar aún más su compromiso en la lucha contra el narcotráfico, tras la reciente incautación de US$800 millones en activos de los Cachiros.