Comunidades de Caracas están recurriendo a la seguridad privada y a grupos parapoliciales como respuesta a los fracasos del Estado dada la crisis de seguridad en Venezuela, pero otros ejemplos de la región muestran que tomar este camino puede ser peligroso.

Según un informe de El Nacional, varios distritos del área metropolitana de Caracas asediados por el crimen han decidido organizar patrullas de seguridad, en su mayoría realizadas por miembros de las fuerzas de seguridad retirados o fuera de servicio.

En algunos casos, los residentes, las instituciones y las empresas locales se han unido para pagar los servicios de seguridad privada, mientras que en otros las mismas comunidades han formado grupos de seguridad que trabajan en conjunto con la policía.

Según El Nacional, los residentes dicen que estos patrullajes han reducido los delitos callejeros, aunque algunos se han opuesto a las medidas aplicadas por los grupos, como cerrar carreteras e instalar puestos de control. Además, los grupos operan en un área gris legal, especialmente en relación con el uso de armas de fuego y la detención de sospechosos.

Análisis de InSight Crime

Que las comunidades recurran a tomar la seguridad ciudadana por sus propias manos es una consecuencia comprensible y quizás inevitable de las fallas del Estado venezolano para controlar la crisis de seguridad del país. Venezuela es uno de los países más violentos del mundo, y los delitos que afectan a la población en general, como robos, secuestros y extorsiones, han alcanzado proporciones endémicas.

La policía ha demostrado de manera permanente ser incapaz de enfrentar los desafíos de estos problemas de seguridad. La institución es considerada débil, ineficaz y corrupta, y cuando ha tratado de atacar a las redes criminales, éstas se han mostrado bastantes dispuestas a enfrentarlas.

Sin embargo, como lo muestran numerosos ejemplos en toda la región, puede ser muy problemático que los ciudadanos tomen la seguridad por sus propias manos, dado que la falta de rendición de cuentas y las tentaciones de caer en actos corruptos a menudo pueden conducir a abusos.

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En Brasil, grupos de seguridad parapoliciales que, como en Venezuela, se componen de miembros de las fuerzas de seguridad activos o retirados, se han convertido en milicias criminales involucradas en todo tipo de crímenes, como la extorsión o el tráfico de drogas. En El Salvador, se cree que grupos de las fuerzas de seguridad han formado escuadrones de la muerte contra las pandillas, mientras se encuentran fuera de servicio. En casos incluso más extremos, grupos de autodefensas en México y Colombia se han convertido en poderosas organizaciones criminales.

A pesar de estas señales de advertencia, las comunidades de Caracas no son los únicos ciudadanos que creen que deben llenar el vacío dejado por las fallas del Estado, y la justicia parapolicial se está volviendo popular en países de la región que se ven afectados por la inseguridad y tienen instituciones estatales débiles e ineficaces.

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