Las autoridades guatemaltecas realizaron varios operativos en una venta de objetos de procedencia ilegal, lo que renueva la atención sobre los infructuosos esfuerzos del país por erradicar los remanentes del que fue un próspero mercado negro.

En febrero, la Fiscalía de Delitos contra el Patrimonio Cultural recuperó varias piezas de cerámica prehispánica y cuchillos de pedernal y obsidiana en un local de venta de artesanías la ciudad de Flores, al norte del país, según información de El Periódico. 

Flores es una ciudad colonial cerca del corazón de antiguas ruinas mayas, como TikalUaxactun. En ambos sitios se regula el turismo y la investigación científica, pero miles de otros lugares continúan casi totalmente desprotegidos.

En 2018, agentes de orden público realizaron seis allanamientos relacionados con saqueo arqueológico, según un investigador de la Fiscalía General que habló con InSight Crime. También lograron reclamar artefactos mayas que habían llegado hasta una subasta en Francia.

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En 2013, Carlos Mera, quien era en ese entonces director de patrimonio cultural de Guatemala, afirmó que se habían sustraído piezas de los casi 4.000 sitios arqueológicos del país, según publicó Prensa Libre.

Análisis de InSight Crime

Los operativos a tiendas locales de artesanías no son suficientes para proteger los sitios mayas en Guatemala o para impedir el robo de piezas arqueológicas y su ingreso al mercado negro.

En los años 60 y 80 se saquearon sitios arqueológicos mayas, cuando una serie de exhibiciones precolombinas en Estados Unidos elevaron la demanda de museos y coleccionistas privados. Paralelamente, la guerra civil en Guatemala obligó a los arqueólogos a huir de las excavaciones, las cuales quedaron expuestas a las comunidades rurales pobres que buscaban fuentes adicionales de ingreso.

Los saqueadores, conocidos localmente como “huecheros”, cavaban los lados de ruinas mayas que contenían jade, tabletas y piezas de cerámica, entre otros objetos, y los vendían a intermediarios en México y Belice. Esas piezas se contrabandeaban en camiones y helicópteros usando rutas de transporte militar y agrícola bien establecidas. 

“Nunca supimos si llegaron a museos”, declaró a InSight Crime un antiguo huechero, quien dijo haber saqueado entre 15 y 20 sitios arqueológicos en todo Guatemala y el sur de México. “Pero apuesto que la mayoría sí llegó. Era para eso que los estaban comprando”.

En la actualidad, el mercado negro se compone de pequeñas piezas, como conchas, joyas y huesos labrados con caligrafía y delicadas tallas. Son más fáciles de burlar la seguridad aeroportuaria y otros puntos de inspección de viajeros. También es fácil hallar tales objetos en tiendas de artesanías, como la allanada en Flores. 

Hoy en día, el origen de los artefactos culturales se está convirtiendo en un tema muy sensible para museos y casas de subastas, y la demanda internacional de nuevas piezas de gran tamaño parece estar desacelerándose.

La actual legislación de Guatemala designa todos los artefactos arqueológicos como propiedad del gobierno. Pero los coleccionistas pueden eludir el riesgo legal porque una vez se ingresa una pieza en un registro nacional, sin importar cómo se obtuvo, se legaliza su tenencia, según una fuente jurídica consultada por InSight Crime. 

Las autoridades guatemaltecas intervienen cuando alguien intenta extraer, vender o transportar una de esas piezas sin el registro adecuado, un delito que puede acarrear penas hasta de 15 años de prisión, y una multa de 10.000 quetzales (unos US$1.300).

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Pero el Ministerio de Cultura y Deportes, que se encarga de combatir el mercado negro de piezas arqueológicas, tiene uno de los presupuestos anuales más bajos de cualquier entidad pública en Guatemala. En 2019 recibió menos de 137 millones de quetzales (US$17,8 millones) para la protección y restauración del patrimonio cultural.

México destinó 800 millones de pesos mexicanos (cerca de US$43 millones) en ese mismo año para el estudio, la protección y la preservación de los lugares culturales, muchos de ellos mayas.

Sin los medios para proteger tales sitios en Guatemala, el tráfico de antigüedades mayas sin duda continuará, con pequeños traficantes que roban al país pieza por pieza.