El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha culpado a los paramilitares y narcotraficantes colombianos de los disturbios civiles en la región fronteriza, una afirmación que no tiene mucho sentido a pesar de que acierta en que estos grupos han establecido una sólida presencia en la zona.
Mientras los manifestantes de la oposición siguen enfrentándose a las fuerzas de seguridad y a los partidarios del gobierno en todo el país, el gobierno venezolano ha enviado paracaidistas para restaurar el orden en la ciudad fronteriza de San Cristóbal, donde los enfrentamientos han sido de los más fuertes.
El ministro del Interior, Miguel Rodríguez, dijo a la prensa que el despliegue se debía a que el gobierno había detectado “personal colombiano que viene a cumplir misiones de paramilitares”.
El presidente Nicolas Maduro también atribuyó los problemas de la ciudad y del estado de Táchira a un “ataque fascista”, en el que el alcalde local, que pertenece a la oposición, estaría trabajando en coordinación con paramilitares y bandas criminales de Colombia, informó El Colombiano.
“Nos quieren traer la violencia de narcotraficantes y paramilitares para acá”, dijo Maduro.
El alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos, negó que las protestas estuvieran influenciadas por grupos armados y culpó al gobierno por su presencia, informó Panorama.
“El único que tiene el control en la frontera es el gobierno, y si han ingresado paramilitares ellos son los responsables”, dijo.
Análisis de InSight Crime
Maduro está en lo cierto en que los grupos narcoparamilitares, llamados BACRIM por el gobierno colombiano, tienen presencia en San Cristóbal y Táchira.
La frontera entre Colombia y Venezuela es un foco de actividad criminal, y gran parte de ésta es manejada por las BACRIM. Primero los Rastrojos, y más recientemente los Urabeños, han controlado las rutas de droga a través de Venezuela, así como otras lucrativas actividades criminales, como el contrabando de gasolina. Ha habido indicios de que no solo mantienen presencia en el país, sino que también pueden estar reclutando venezolanos.
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Sin embargo, las BACRIM tienen poco interés en la política cuando va más allá de su capacidad de obtener ganancias producto del crimen. No tienen ninguna disputa ideológica con el Estado venezolano, el cual puede ser considerado amigo o enemigo, dependiendo de los contactos corruptos que maneje el grupo.
La presencia de las BACRIM en la región también palidece en comparación con la de los grupos guerrilleros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Ambos han operado con el permiso tácito y el apoyo, a veces secreto, del gobierno venezolano. Sin embargo, también es poco probable que estos tengan la intención de involucrarse en la política local, en cualquiera de los lados de la confrontación.
Una explicación mucho más probable de la militarización de la región es que no sólo es un foco de protesta, sino que también es un bastión de la oposición política.