El estado de Ceará, en el norte de Brasil, se ha convertido en un campo de batalla luego de que los planes del gobierno de tomar medidas drásticas para controlar las pandillas en las prisiones fueran respondidos con una improbable alianza de grupos criminales, que hicieron gala de su fuerza colectiva mediante decenas de actos de violencia. En la primera semana de la presidencia de Jair Bolsonaro, esto puede sentar un precedente preocupante de la respuesta de las pandillas frente a las medidas de fuerza para meterlas en cintura.

La violencia estalló luego de que el nuevo director de la principal cárcel de Ceará, Luis Mauro Albuquerque, anunciara que dejaría de separar la población carcelaria según su filiación a determinadas pandillas y que adelantaría requisas más a fondo, especialmente para eliminar el uso de teléfonos celulares. De implementarse, dichas medidas les dificultaría a los jefes pandilleros en prisión mantener el control de sus operaciones por fuera de las cárceles.

La respuesta no se hizo esperar. Los dos principales grupos criminales de Brasil, el Primer Comando de la Capital (Primeiro Comando da Capital —PCC—) y el Comando Rojo (Comando Vermelho) convocaron una tregua con sus rivales locales, Guardianes del Estado (Guardiões do Estado —GDE—) y la Familia del Norte (Família do Norte —FDN—), dos grupos que han tenido nexos con el PCC y el CV.

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Varios mensajes de texto interceptados entre miembros de GDE mencionaban una tregua temporal entre las pandillas, uno de ellos con estas palabras: “convocamos a esta tregua porque debemos hacerlo […] es la intención del estado (que nos matemos entre nosotros). No le daremos gusto al deseo del estado. Recibiremos a nuestros enemigos con la dignidad de los bandidos y esperamos la misma respuesta de ellos”, según recogió El País.

El ministro de justicia y seguridad pública, Sérgio Moro, envió unos 400 agentes de policía adicionales a Ceará con el fin de ayudar a controlar la violencia. Hay por lo menos 191 personas detenidas por cargos de vandalismo, desobediencia civil y resistencia a la autoridad.

Hasta el momento, no parece que esas medidas hayan contribuido a frenar la violencia. El 9 de enero hubo denuncias de más de 180 actos de violencia en diferentes municipios.

Aunque hasta el momento las muertes ocurridas no se han atribuido directamente a estos actos, los pandilleros han atacado la infraestructura con quema de autobuses y vehículos policiales, así como ataques a estaciones de policía, negocios y bancos. Incluso un puente cercano a la capital del estado, en Fortaleza, resultó dañado con explosivos.

Sin embargo, la decisión de Moro parece por lo menos tener efectos políticos, pues otros dos estados, Pará y Espírito Santo, también han solicitado el envío de tropas federales para reprimir la criminalidad.

Análisis de InSight Crime

La velocidad con la que se ha propagado la violencia por todo Ceará muestra el poder que siguen ejerciendo los jefes de pandillas en Brasil, incluso tras las rejas. El PCC y el Comando Rojo surgieron como pandillas carcelarias antes de adquirir prominencia nacional e internacional.

La alianza entre esos grupos es causa de especial preocupación. Aunque por lo general se han enfrentado por control territorial desde 2016, el PCC y el Comando Rojo habían mantenido una alianza de casi dos décadas. Ahora podrían unirse de nuevo para enfrentar las fuerzas del gobierno.

En la región se han observado casos similares, como ocurrió en El Salvador. Allí las pandillas abandonaron progresivamente los enfrentamientos entre sí, para luego unirse con el fin de enfrentar de manera conjunta la represión violenta por parte del gobierno.

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Aunque los motines en Ceará se iniciaron como respuesta a la política local, ahora se considera que la situación es un desafío real a la capacidad de Bolsonaro de “asumir una postura dura”. Su discurso de campaña y desde que asumió la presidencia ha tenido mucho de bravuconería y poco de propuestas concretas, con promesas de darle a la policía licencia para matar a los criminales o de facilitar la posesión de armas a los brasileños comunes. Además de un gabinete repleto de militares.

Su ministro de justicia, Sérgio Moro, es considerado una figura más pragmática y goza de una sólida reputación por sus logros en la lucha contra la corrupción en años recientes.

Pero este contragolpe coordinado por parte de las pandillas más peligrosas del país durante la primera semana de Bolsonaro en la presidencia puede anticipar tiempos difíciles para él y para Brasil.