Recientemente el presidente de México declaró la victoria sobre los ladrones de combustible del país, pero, pese a algunos primeros avances de las autoridades, someter a los barones del huachicoleo será una larga batalla.

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador celebró un triunfo sobre los ladrones de combustible del país, conocidos localmente como “huachicoleros”, precisamente cuando la petrolera estatal, Petróleos Mexicanos (Pemex), anunció el mes pasado que el robo de combustible presentó una drástica caída de 95 por ciento, desde 81.000 barriles diarios en noviembre de 2018 a solo 2.000 diarios al 21 de abril, según un comunicado de la empresa.

Pero, pocas semanas después de esos anuncios, el 4 de mayo, al menos un miembro de la Marina de México cayó muerto y tres más fueron heridos en una confrontación armada con huachicoleros cerca de una refinería de Pemex a lo largo de la frontera entre los estados de Puebla e Hidalgo, mientras las autoridades patrullaban la zona.

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Las fuerzas de seguridad no son las únicas en riesgo de ser atacadas por los ladrones de combustible. El número de operarios de Pemex atacados por grupos del crimen organizado en instalaciones manejadas por la petrolera pasó de apenas cuatro en 2013 a 162 en 2018, publicó El Informador.

Solo en los últimos dos años, los huachicoleros han atacado entre 14 y 17 de cada 100 empleados encargados de la protección de los oleoductos de la compañía.

En diciembre de 2018, López Obrador emprendió una ofensiva contra el robo de combustible. Se comprometió a usar métodos alternativos, como camiones cisterna para evadir a los ladrones y transporte el combustible con seguridad, a la vez que desplegaba soldados para proteger oleoductos estratégicos y cerró un importante oleoducto en la refinería de Salamanca en el estado central de Guanajuato, punto crítico para esa actividad criminal relacionada con la violencia.

Análisis de InSight Crime

La continua violencia que enfrentan las fuerzas de seguridad y quienes tienen a su cargo la protección de los preciados oleoductos de Pemex es una señal de que la declaración de victoria del presidente López Obrador sobre los huachileros puede ser prematura.

Esa violencia —combinada con amenazas de muerte lanzadas contra el mismo presidente a comienzos de este año— indica que los grupos criminales, aunque pueden haber ralentizado sus operaciones de manera provisional, no van a abandonarlas por completo.

“Se ha interrumpido por ahora, pero esperan el momento de comenzar de nuevo”, declaró a The New York Times un sacerdote residente en una de las poblaciones del centro de México donde los huachicoleros dominaban antes de que el gobierno implementara las actuales medidas de fuerza.

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Aunque las cifras hasta el momento ponen en evidencia que el presidente López Obrador si se ha anotado algunos avances en la lucha contra el robo de combustible, las astronómicas ganancias que les genera la extracción ilegal de combustible a los cada vez más diversificados grupos criminales del país indica que este momento de calma podría no durar mucho.

De hecho, la multimillonaria industria compite con las ganancias que esos grupos pueden obtener del narcotráfico, y los riesgos son mucho menores si se considera el mercado interno de combustible robado en México. Los grupos del crimen organizado ya han demostrado que están dispuestos a luchar a muerte por el control de la industria ilícita.