Suele decirse que una de las causas de la violencia en Latinoamérica es la gran brecha entre ricos y pobres. Sin embargo, los homicidios en la región siguen creciendo a pesar de que la desigualdad de ingresos ha disminuido considerablemente.

Los analistas de seguridad suelen referirse a la distribución desigual de la riqueza en Latinoamérica como un generador de crimen y violencia en la región, así como en algunas ciudades como Salvador de Bahía, Brasil. En efecto, este argumento tiene cierta lógica. Después de todo, Latinoamérica es también la región más desigual y más violenta del mundo, según las Naciones Unidas.

Pero un análisis de los datos revela tendencias sorprendentes que van en contra de esta línea de pensamiento —o por lo menos la cuestionan—.

Durante la primera década del nuevo siglo, Latinoamérica fue la única región del mundo que experimentó un incremento en los homicidios. Como puede verse en el siguiente gráfico, este aumento de la violencia se debió principalmente al incremento en las tasas de homicidios en El Salvador y Honduras, así como la duplicación (o la casi duplicación) de los homicidios en México, Panamá y Perú.

Durante ese mismo período, el fuerte crecimiento económico de Latinoamérica se vio acompañado por un drástico descenso en la desigualdad de ingresos en toda la región, como se ve en el siguiente gráfico. En El Salvador, el coeficiente de Gini —que mide la distribución de ingresos en los países— disminuyó más de 10 puntos —siendo el país que presentó la segunda disminución, apenas por debajo de Bolivia—.

Así como con los homicidios, la cambiante tasa de desigualdad de Latinoamérica se hace aún más significativa al compararla con las tendencias en el resto del mundo. Aunque la brecha entre ricos y pobres se redujo en Latinoamérica, aumentó en todo el mundo.

Así, mientras que los homicidios disminuyeron y la desigualdad de ingresos aumentó en todas las otras regiones del mundo, todo lo contrario ocurrió en Latinoamérica (vea gráfico abajo).

Esta disminución en las tasas de desigualdad se debió al crecimiento de la clase media latinoamericana, en comparación con el estancamiento del crecimiento de la renta de los ricos. Antes del año 2000, el número de latinoamericanos pobres era aproximadamente 2,5 veces más que la clase media, según un informe del Banco Mundial en 2012 (pdf). A finales de la década, unos 50 millones de personas en toda Latinoamérica habían salido de la pobreza, y por primera vez el tamaño de los pobres y las clases medias de la región era casi igual. Esta tendencia llama la atención sobre la relación entre desigualdad y violencia en Latinoamérica, dado que las organizaciones criminales de la región a menudo utilizan la pobreza como una herramienta de reclutamiento.

Análisis de InSight Crime

Las discrepancias entre el impresionante desempeño económico de Latinoamérica y las altas tasas de homicidio durante el nuevo siglo señalan que se puede estar dando una reconsideración de la manera como la desigualdad afecta la violencia en la región. Esto es especialmente cierto para el caso de El Salvador, donde se presentó uno de los mayores descensos en la desigualdad de ingresos pero también uno de los mayores aumentos en tasas de homicidios. Se considera que la abrupta caída de los homicidios en El Salvador en 2012 se debió en gran parte a la tregua entre las pandillas del país, que se firmó en marzo de ese año.

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Esto no significa necesariamente que la desigualdad de ingresos no desempeñe ningún papel en los altos niveles de violencia en Latinoamérica. A pesar de la disminución en los coeficientes de Gini en gran parte de la región, la brecha entre ricos y pobres sigue siendo más un abismo que una fisura. En el informe del Banco Mundial de 2012 se lee: “El panorama de la dinámica de la desigualdad en Latinoamérica entre 2000 y 2010 suscita emociones contradictorias: los niveles siguen siendo inaceptablemente altos, pero los cambios son innegables y apuntan en la dirección correcta”.

Pero los datos indican que la relación de causalidad entre desigualdad y violencia en Latinoamérica puede ser más débil de lo que usualmente se piensa. De ser así, ello sugeriría que quizá hay otra variable que tiene un impacto mucho mayor en los niveles de homicidio en Latinoamérica que en otras partes del mundo: la actividad del crimen organizado. De hecho, en el año 2011, el Estudio Global sobre Homicidio, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito —ONUDD— (pdf) descubrió que:

En comparación con países de otras regiones, los países de América tienen, en promedio, altas tasas de homicidio asociadas con niveles relativamente altos de desarrollo, lo que sugiere que factores distintos al desarrollo, como el crimen organizado, cumplen un papel desproporcionado en los niveles de homicidio.

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Otros factores, como la agitación política, también pueden sugerir una falsa relación entre desigualdad y violencia, en lugar de una relación de causa y efecto. Por ejemplo, Honduras experimentó niveles sin precedentes de violencia, así como una creciente desigualdad de ingresos, en los años que siguieron a un golpe militar en 2009.

El Banco Mundial no ha publicado aún las estadísticas del coeficiente de Gini posteriores a 2012, pero la significativa desaceleración de las economías latinoamericanas en los últimos años pueden estar revirtiendo los notables avances contra la desigualdad que se lograron en la década anterior. Sin embargo, los países latinoamericanos pueden por lo menos consolarse con saber que es poco probable que mayores niveles de desigualdad de ingresos no tendrán un impacto directo en las tasas de homicidio.