Informes de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) podrían tener misiles tierra-aire (SAM, por sus siglas en inglés) plantean la cuestión de cómo estas armas podrían transformar el conflicto en Colombia y por qué, después de haber buscado durante mucho tiempo este tipo de armas, la guerrilla nunca ha derribado una aeronave.

El 2 de julio, El Colombiano informó que las fuerzas armadas ecuatorianas habían descubierto unos SAM durante un patrullaje de rutina cerca a la frontera con Colombia. Previamente, en este mismo año, declaraciones hechas por el General John Kelley del Comando Sur de Estados Unidos en abril provocaron una renovada ola de especulación, luego de años de señalamientos que sugerían que las FARC habían obtenido o intentado adquirir SAM para lanzar desde los hombros, conocidos como Sistemas de Defensa Aérea Portátil (MANPADS, por sus siglas en inglés).

Pero, si las FARC han estado tratando de poner sus manos en estas armas durante muchos años, ¿por qué no hay registro de un despliegue exitoso de los guerrilleros? ¿Han resultado exitosos los esfuerzos nacionales e internacionales para evitar que obtengan SAMs? ¿Ha optado el grupo por aferrarse a los métodos más probados y confiables hasta que pueda adquirir suficientes misiles para llevar a cabo una ofensiva sostenida? O, si el grupo posee esas armas, o lo hizo en el pasado, ¿son desfavorables las condiciones del terreno en el que las FARC operan actualmente para su uso exitoso?

¿Qué son los SAMs/MANPADS?

Básicamente, los MANPADS son misiles guiados, que se lanzan desde el hombro y se pueden utilizar contra aeronaves que vuelan bajo, y que consisten de un tubo cilíndrico que contiene el proyectil, un mecanismo de lanzamiento que usa una “culata de agarre”, una batería y una unidad refrigerante para la batería (BCU, por sus siglas en inglés). Una vez el misil es disparado, el tubo puede ser desechado. La mayoría de los MANPADS miden alrededor de 5 pies de largo (aproximadamente 1,5 metros) y pesan 30 a 40 libras (entre 13 y 18 kilos). Los primeros modelos cuestan unos miles de dólares en el mercado negro, mientras que las versiones más modernas pueden llegar a costar hasta US$30.000.

Hay tres tipos de MANPADS: los Mandos de Línea de Visión, los guiados por láser y los infrarrojos (IR). Los MANPADS más comunes, y los que por lo general son asociados a las FARC, son los IR que son “atraídos por el calor del motor de un avión“. Estos son los más fáciles de utilizar y los de más amplia circulación, de este tipo de armas, especialmente entre actores no estatales.

Los modelos más comunes de MANPADS de IR son la serie rusa llamada Strela, la serie rusa Igla, y la estadounidense FIM-92 Stinger.

De estas armas, el Strela-2 (SA-7) es la menos sofisticada pero la de mayor difusión. El misil puede ser utilizado para atacar las aeronaves que vuelan a una altitud de entre 50 y 1.500 metros, aunque el modelo SA-7a se debe lanzar desde detrás de su objetivo con el fin de que pueda seguir, eficazmente, la emisión de energía. La carga útil es relativamente pequeña (un ojiva que pesa 1,17 kilos), y el buscador IR puede ser engañado por “medidas relativamente simples, tales como el uso de bengalas.” El modelo SA-7b, un poco más avanzado, tiene un alcance de 4.200 metros, puede atacar de frente a objetivos como aviones de transporte y helicópteros, y es capaz de alcanzar blancos a una altura de hasta 2.300 metros. Según el Departamento de Estado de Estados Unidos, los misiles SA-7b son los MANPADS “más comúnmente utilizados por grupos terroristas.”

El Strela-3 (SA-14) cuenta con una ojiva de 1,8 kilogramos, un mayor rango de altitud (30 a 3.000 metros) y un mecanismo de lanzamiento que ayuda a evitar el desperdicio de disparos. Su sistema de orientación permite a los usuarios enfrentar jets de frente, y sus infrarrojos mejorados reducen la eficacia de las bengalas como contramedidas.

El Igla-1 (SA-16) y el Igla (SA-18) tienen cargas útiles más letales (con la opción de fusibles de proximidad o impacto), y un infrarrojo más sofisticado, diseñado para superar las medidas preventivas en contra de los misiles. Estos pueden atacar objetivos a una distancia de 5,2 kilómetros y una altitud de entre 10 y 3.500 metros.

Los misiles Stinger (FIM-92A/B/C/D) estadounidenses son similares al Igla, pero mucho más rápidos. El suministro de misiles Stinger a los muyahidines afganos a finales de los años ochenta, por parte de Estados Unidos, fue una fuerza multiplicadora y podría decirse que llevó a un punto de inflexión en su lucha contra la invasión de la Unión Soviética (lo que más tarde se llamaría “el efecto Stinger“). En total, los combatientes afganos derribaron casi 270 aviones en tres años.

Según Small Arms Survey, hoy hay hasta 750.000 MANPADS en circulación en el mundo. Los MANPADS tienen una vida útil de hasta veinte años, aunque las condiciones de almacenamiento afectan su duración. Prevenir la proliferación de MANPADS y destruir las armas ilícitas se ha convertido en una prioridad para Estados Unidos y otros gobiernos occidentales desde que Al-Qaeda hizo uso de ellos en un ataque fallido contra un avión civil en Mombasa, Kenia, en 2002 (documentos de Al-Qaeda han sido descubiertos en Malí ofreciendo instrucciones detalladas sobre el uso de MANPADS y advirtiendo acerca de los defectos de esas armas).

FARC y los MANPADS

Desde el lanzamiento de la Política de Seguridad Democrática del gobierno de Uribe, los bombardeos aéreos de las fuerzas armadas colombianas han mantenido a las FARC moviéndose de un lado a otro, obligándolas a abandonar el uso de grandes campamentos y a movilizarse en grupos más pequeños. Como han señalado muchos analistas, un exitoso reto de las FARC a la superioridad aérea del gobierno podría ser un cambio de juego (game changer).

Douglas Farah, investigador principal en el International Assessment and Strategy Center, caracteriza como un misterio el fracaso de las FARC para adquirir y utilizar con éxito los MANPADS: “Pareciera que, con las conversaciones de paz, y las FARC actualmente en una posición de debilidad, el derribo de un avión o un helicóptero permitiría al grupo negociar desde una posición de fuerza”, dijo Farah.

No obstante, algo que Farah cree ser cierto es que si las FARC tuvieran MANPADS funcionales, los utilizarían. Una campaña anti-aérea habría “por lo menos, dado a la guerrilla algún tiempo para reagruparse” y posiblemente “obligar al ejército y la policía a repensar toda su estrategia aérea”, explicó Farah. Para evitar posibles ataques de MANPADS, los helicópteros militares se verían obligados a volar muy bajo, lo que es más peligroso y consume más combustible.

La primera pregunta es si las FARC en realidad poseen MANPADS utilizables. Funcionarios de defensa de Colombia contrariaron los señalamientos del general Kelley, aunque sí dijeron que hace dos años las autoridades descubrieron dos misiles SA-7 utilizados y desechados, “francamente viejos, francamente inútiles“. Sin embargo, un informe de Small Arms Survey sugiere que en septiembre de 2012, las FARC poseían misiles tanto SA-7 como SA-14, aunque no especificó la cantidad o las condiciones de las armas. En diciembre de 2012, salió a la luz pública un video de un fallido intento de las FARC de disparar un SA-7 contra un helicóptero colombiano. No está claro en el video si el misil estaba malo o si al disparar el arma, la guerrilla no logró seguir correctamente a su objetivo.

Bien sea que realmente hayan logrado obtener MANPADS o no, hay múltiples ejemplos de la intención de las FARC para hacerlo. Las autoridades colombianas han expresado su preocupación de que la guerrilla podría obtener MANPADS a través de contactos en Venezuela, ya sea con el ejército venezolano (el cual ha adquirido una importante cantidad de SA-24) o en el mercado negro. Los correos electrónicos recuperados del portátil de Raúl Reyes revelaron que en 2000, el comandante guerrillero asesinado envió un correo electrónico al dictador libio Muammar Gaddafi, señalando a los SAM como una prioridad para el grupo. Otro correo electrónico descubierto en el computador, con fecha del 18 de enero de 2006, reveló los intentos de las FARC de obtener SAMs de la guerrilla del Partido Comunista de Turquía (TKP).

La segunda, y más importante pregunta, es por qué, si realmente los poseen o los han tenido en el pasado, las FARC han fracasado hasta ahora en ejecutar un ataque exitoso utilizando MANPADS. Hay varias explicaciones posibles.

En primer lugar, las FARC pudieron haber “perdido su oportunidad” para adquirir un número significativo de MANPADS y para recibir entrenamiento de actores extranjeros que simpatizaran con ellas, permitiéndoles utilizar estas armas a su máximo potencial. No está claro por qué en el pasado las FARC no fueron capaces de adquirir las armas, ya sea de Gaddafi o de contactos en Venezuela. Esto no quiere decir que no se les abra una nueva oportunidad, pero por ahora, con los líderes de las FARC en constante movimiento para evitar la captura o la muerte, puede ser más difícil para ellos ahora que hace una década, hacer los contactos internacionales que podrían suministrar un número significativo de MANPADS más sofisticados.

Como señaló Farah, también es posible que, incluso si las FARC tienen actualmente un pequeño número de misiles, quieran esperar hasta ser capaces de poner en marcha una campaña sostenida, en lugar de derribar un avión.

En segundo lugar, hay una diferencia fundamental entre simplemente disparar este tipo de arma y el despliegue exitoso en contra de una aeronave específica, particularmente un avión militar que puede emplear contramedidas para evadir los misiles. La diferencia entre estos dos resultados se debe tanto al entrenamiento del usuario como del ambiente operacional en el que se utiliza el arma.

Muchos medios de comunicación a menudo informan que los MANPADS son fáciles de utilizar, y en cierta medida es verdad. Para disparar el arma, todo lo que debe hacer el usuario es identificar y hacer seguimiento visual al objetivo; luego sólo hay que tirar del gatillo para activar el bloqueo automático del blanco y el sistema de lanzamiento. Aunque el uso de los MANPADS no requiere mayor formación (como lo demuestra el éxito de los muyahidines con ellos), derribar exitosamente un avión es un poco más complicado que simplemente “apuntar y disparar”.

Las condiciones en las que las FARC operan actualmente no son especialmente propicias para el transporte, almacenamiento y mantenimiento de la herramienta. Los MANPADS son instrumentos relativamente sensibles y pueden ser costosos y difíciles de mantener, a diferencia de armas como las granadas propulsadas por cohetes (RPG, por sus siglas en inglés). Los misiles deben mantenerse secos y deben estar guardados y conservados adecuadamente para que continúen siendo efectivos. Las baterías que accionan las armas no son reutilizables: una vez activado, hay un tiempo limitado para disparar el misil antes de necesitar una nueva BCU. Las baterías de los MANPADS y las BCU no tienen una vida útil muy larga. Incluso si han obtenido MANPADS en el pasado, es posible que las FARC no los hayan mantenido en condiciones adecuadas que garantizaran su uso.

Del mismo modo, el entorno operativo actual de las FARC puede hacer difícil el despliegue exitoso de MANPADS contra aviones militares colombianos, especialmente si los que operan las armas no cuentan con el entrenamiento adecuado. Miembros de las fuerzas armadas estadounidenses que están familiarizados con este tipo de armas, señalan que sería difícil, si no imposible, utilizar con éxito uno de estos misiles en la selva, sobre todo teniendo en cuenta que las FARC a menudo no pueden aparecer en un lugar abierto debido a la superioridad aérea del ejército de Colombia. A diferencia de los muyahidines afganos que operan en terrenos montañosos o desérticos, el entorno operativo de las FARC a menudo se caracteriza por una densa selva y la frecuente presión aérea enemiga.

Con buena información de inteligencia sobre las posiciones de la guerrilla, el gobierno puede llevar a cabo bombardeos aéreos a través del follaje de la selva. La guerrilla, por su parte, no puede disparar MANPADS desde sus escondites en la selva; la cobertura superior impediría a los guerrilleros ubicar y hacerle seguimiento a su objetivo. Una de las tácticas más exitosas de la insurgencia afgana fue la emboscada a los helicópteros, en la cual dos o tres insurgentes, armados cada uno con MANPADS, lanzaban ataques simultáneos contra un helicóptero. Para derribar un avión, las FARC tendrían que, o atraer a un helicóptero hacia una emboscada, o hacerle seguimiento a una aeronave de ala fija en un área abierta (esta última opción pondría a la guerrilla en una posición de potencial vulnerabilidad).

Nada de esto sugiere que las FARC nunca vayan a adquirir un mayor número de armas potencialmente más sofisticadas, o que nunca derriben exitosamente un avión militar. Como se señaló anteriormente, un ataque o una campaña empleando MANPADS podrían obligar al gobierno a modificar su estrategia aérea. Además, un helicóptero militar derribado también tendría un poderoso significado simbólico y afectaría la percepción popular del poder de las FARC, en particular si los guerrilleros llegaran a publicar un video del ataque.