Un par de recientes publicaciones estadísticas tienen a México celebrando por sus mejoras en materia de seguridad, pese a que la verdadera razón de los cambios continúa siendo incierta.

A principios de este verano, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México dio a conocer su recuento final de homicidios de 2013, anunciando 22.732 casos de asesinatos en el año, en comparación con los 26.037 casos registrados en 2012. Días más tarde, el presidente Enrique Peña Nieto señaló en la ceremonia de graduación de 146 guardiamarinas de la Heroica Escuela Naval que la tasa de homicidios en el primer semestre de 2014 se había reducido en cerca del 27 por ciento, con respecto al mismo periodo de 2012.

“Si bien falta por hacer, estamos avanzando en el compromiso que asumí ante los mexicanos de reducir la violencia y recuperar la tranquilidad de nuestra población”, indicó el presidente en la ceremonia de graduación.

No es claro en qué organismo estadístico se basó el presidente para hacer está afirmación pues no citó una fuente. El INEGI es uno de los dos organismos oficiales encargados de llevar el recuento de homicidios, y sólo hace públicos sus datos una vez al año, y el otro, el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNPS), publica cifras mensuales que por lo general son inferiores a las del INEGI.

Aún así, las estadísticas del INEGI representan una mejora significativa en la tasa de homicidios desde que terminó el mandato del expresidente Felipe Calderón.

Los casi 23.000 asesinatos del año pasado, que equivalen a una tasa de homicidios de 19 por cada 100.000 habitantes, representan una reducción del 13 por ciento frente a 2012, y del 16 por ciento frente a 2011, el año con la tasa de homicidios más alta de la era Calderón. La tasa de 19 también es muy inferior al promedio de algunos de los vecinos de México en Centroamérica y Suramérica.

Asimismo, la tasa de homicidios de 19 por cada 100.000 habitantes representa una importante caída de la peor cifra de la era Calderón -24 por cada 100.000 habitantes- y parece que seguirá cayendo. El SNSP registró 8.101 asesinatos en los primeros seis meses de 2014, lo que pone a México en camino de alcanzar una caída adicional del 12 por ciento en la cantidad de asesinatos de este año, en comparación con los del año pasado.

Análisis de InSight Crime

Todo esto sirve como evidencia de que la apuesta básica de Peña Nieto en materia de seguridad -tanto reducir la violencia como desviar la atención que se le presta a la inseguridad y a la violencia- está teniendo resultados. Además del comportamiento de algunas estadísticas, como las mencionadas anteriormente, la narrativa internacional sobre México ha cambiado drásticamente. Las historias sobre las reformas y la liberalización económica del país, ahora son tan comunes como los cuentos sobre decapitaciones.

Sin embargo, este panorama color de rosa pasa por alto una serie de desafíos persistentes. En primer lugar, la disminución de los asesinatos no dan cuenta de los homicidios en los que no se encuentran cuerpos. Los varios cientos de cuerpos que han sido descubiertos en los últimos años en fosas clandestinas en Tamaulipas y Durango, son una muestra de que ocultar la evidencia de un asesinato es una de las tácticas favoritas de algunos grupos criminales, y un método que probablemente es mucho más común de lo que se alcanza a percibir.

Durante el primer año de la presidencia de Peña Nieto, el Registro Nacional de Desaparecidos (RND) contabilizó un total de 2.618 mexicanos que en ese momento se encontraban desaparecidos, y es probable que muchos de ellos hayan sido asesinados. La indignación pública generalizada normalmente aumenta la probabilidad de que un grupo determinado tenga que modificar sus métodos de operación como consecuencia de una intervención federal contundente, y el hecho de que a menudo algunos grupos tengan un incentivo natural para ocultar los cadáveres añade mayor credibilidad a esta teoría.

Por otra parte, las estadísticas positivas de Peña Nieto ignoran el hecho de que la extorsión y el secuestro, dos crímenes violentos cuyo reciente aumento ha erosionado la estabilidad social de México, no parecen haber disminuido. Por el contrario, ambos han seguido aumentando desde que Peña Nieto llegó a la presidencia en diciembre de 2012. Los niveles persistentemente elevados de estos crímenes quizás explican por qué la percepción de la seguridad no ha mejorado a pesar de la marcada disminución en la tasa de homicidios.

En el México de Peña Nieto también persisten los focos de violencia severa, los cuales se han resistido a la tendencia positiva generalizada. Si bien hay algunos casos de éxito de alto perfil –Juárez y Monterrey están entre los más prominentes- muchas lugares de México permanecen bajo el control de los grupos criminales. Guerrero, Chihuahua, Sinaloa y el Estado de México están en camino de alcanzar más de 1.000 asesinatos, y tanto Guerrero como Sinaloa están próximos a casi triplicar la tasa de homicidios nacional.

Además, si bien muchas de las rivalidades específicas que han impulsado la violencia durante los últimos años han disminuido, a lo largo del país todavía existen grandes y agresivos grupos criminales con intereses encontrados. La rápida desaparición de líderes del Cartel de Sinaloa como Joaquín “El Chapo” Guzmán, también promete la reorganización potencialmente desestabilizadora de la estructura más poderosa de la nación, una situación que podría causar un aumento en la violencia que revertiría las ganancias recientes.

Estos hechos abren un agujero considerable en la feliz narrativa que emana desde la presidencia de México.

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7 respuestas a “El presidente de México alardea sobre la baja tasa de homicidios pero los problemas persisten”