Una oleada de narcoaviones procedentes de Suramérica, sumado al trasiego de grandes cargamentos de cocaína tras el levantamiento de las restricciones fronterizas por el coronavirus, provocaron un aumento del tránsito de narcóticos por Centroamérica este año, incluso a lo largo de rutas terrestres que habían dejado de usarse.

En los primeros siete meses de 2020, Honduras había decomisado más cocaína que durante todo lo corrido de 2019. En septiembre, las fuerzas de seguridad destruyeron más de 30 pistas de aterrizaje camufladas en la región selvática del noreste del país.

En Guatemala, jets de alta potencia, capaces de viajar más rápido que las avionetas a propulsión que suelen usarse y pueden llevar hasta cinco toneladas de cocaína, fueron incendiados luego de aterrizar en pistas remotas.

A mediados de octubre, Costa Rica había decomisado 37 toneladas de cocaína, casi 50 por ciento más que en todo el año anterior. Toda la cocaína que aterrizó en Honduras y Costa Rica provocó un efecto dominó, pues revitalizó las rutas terrestres circundantes.

En El Salvador, que en los últimos años no ha figurado mucho como punto de trasbordo, las autoridades descubrieron cantidades relevantes de cocaína ocultas en camiones de carga procedentes de Nicaragua.

Esta cantidad de cocaína indica que el mapa narcotraficante de Centroamérica se ve actualmente muy similar al trazado hace una década, cuando los corredores terrestres eran tan vitales como las rutas marítimas para el trasiego de droga en dirección sur-norte de América.

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Una fuente de inteligencia estadounidense en Honduras declaró a InSight Crime que los cierres fronterizos durante los primeros meses de la pandemia obligaron a los narcotraficantes a usar Centroamérica como estación de paso y bodega, lo que pudo provocar la mayor afluencia de drogas cuando se inició el restablecimiento gradual de la movilidad en el último trimestre del año.

Este panorama del narcotráfico también difiere en algunos puntos importantes del de hace una década, cuando el poderoso Cartel de Sinaloa y otros grupos narco enviaban representantes a Centroamérica. Los operadores mexicanos hacían entonces acuerdos directos con clanes grandes de transportistas en Honduras, Guatemala y El Salvador, los cuales recibían cocaína desde Suramérica, por mar o aire, y la llevaban a los carteles por medio de una clara cadena de trasiego.

Ahora, actores locales individuales, incluidos agentes de gobierno vinculados al narcotráfico, y grupos más pequeños han asumido funciones de mayor importancia, en especial durante la pandemia, cuando era necesario almacenar la droga y transportarla de manera gradual.

En Honduras, por ejemplo, remanentes de los clanes narco de los Valle y los Cachiros se han unido con oficiales del ejército y políticos para reabrir sus negocios y transportar cargamentos de cocaína suramericana hacia Guatemala, según funcionarios de seguridad y agentes de inteligencia del ejército entrevistados por InSight Crime en Tegucigalpa. Allí, al otro lado de la frontera, pequeños grupos de transportistas ahora operan las rutas terrestres hacia México que habían abierto y controlado sus predecesores, dijeron los mismos funcionarios de gobierno.

Además, en Honduras y Guatemala, los grupos traficantes han seguido experimentando con el cultivo de coca, para reducir costos y acortar la cadena de suministro. La difusión de los cultivos de coca en Honduras se concentró en la costa Caribe, el inicio de un corredor terrestre crucial para el narcotráfico, que conecta a ambos países con la frontera sur de México.

En El Salvador, facciones, o incluso miembros individuales de poderosos clanes narcotraficantes, como los carteles Texis y Los Perrones también han tratado de tomar control del trasbordo, usando rutas terrestres alimentadas por la cocaína que ingresa por la frontera este con Honduras o en la costa Pacífica del país. Estos “baby carteles”, como los llama un antiguo agente de la Policía, compiten en algunas zonas con aspirantes a ingresar en el narcotráfico, como la Mara Salvatrucha (MS13), a lo largo del extremo este de la costa Pacífica de El Salvador.

Centroamérica provee un sinnúmero de oportunidades para el tráfico. Los traficantes usan cada vez más la región como punto de despacho hacia Europa, un mercado en auge para la cocaína. Los escáneres en la nueva terminal portuaria de Limón en Costa Rica, construida para albergar barcos Panamax, han descubierto cantidades masivas de cocaína ocultas en cargas de fruta con destino a Bélgica y los Países Bajos.

A continuación, InSight Crime ofrece una lista desglosada por países sobre la evolución del narcotráfico en la región durante 2020.

Honduras

En Honduras, las autoridades incautaron 2.241 kilogramos de cocaína entre enero y julio de 2020, que eclipsa el volumen de 2.218 kilos aprehendidos en todo 2019. El incremento apunta a un resurgimiento de una de las rutas de cocaína más importantes de Centroamérica, a pesar de los cierres de las fronteras y las restricciones al transporte debido a la pandemia del coronavirus.

Muchos de los decomisos ocurrieron en La Mosquitia, región selvática en la remota costa de Honduras sobre el Caribe, salpicada por pistas de aterrizaje clandestinas, que es el inicio de una ruta terrestre hacia el oeste que pasa por la costa Atlántica hondureña, y de ahí a Guatemala y México hasta llegar a Estados Unidos.

Ya en 2015, las autoridades hondureñas afirmaban que el tráfico aéreo había presentado una drástica caída que atribuían al mejoramiento de sus capacidades de interdicción. Nuevas cifras indican que el tráfico volvió a despegar. A mediados de diciembre, las fuerzas armadas hondureñas habían destruido 34 pistas aéreas en el país, todas en La Mosquitia. En 2019, también se desmantelaron más de 30 pistas de aterrizaje. Cualquier incremento del tráfico aéreo también supone un aumento de la cantidad de cocaína en tránsito por tierra en Honduras.

Guatemala

El repunte regional del tráfico aéreo ha aumentado el volumen de cocaína en Guatemala. Según el informe antinarcóticos publicado por el Departamento de Estado estadounidense en marzo de 2020, un incremento de la presión naval guatemalteca en el Pacífico ha empujado a los narcotraficantes fuera del mar y provocado un incremento del tráfico aéreo para recuperar las pérdidas marítimas.

Agentes del Comando Sur estadounidense también advirtieron que los traficantes guatemaltecos están adaptando sus rutas debido a los cierres de puertos por el coronavirus y la intensificación de la vigilancia marítima. Esto ha conllevado un refuerzo del tráfico aéreo entre Venezuela y Guatemala, y parece haber un incremento de los decomisos en tierra en el país centroamericano, señalan los oficiales.

Las cifras de las autoridades guatemaltecas muestran que los narcovuelos representaron el 84 por ciento de los decomisos de cocaína en el país en 2020; esto se compara con solo el 3 por ciento del total de decomisos en todo el transcurso de 2019, según datos de la Policía Nacional Civil y el Ministerio de Defensa, publicados en un reportaje de Prensa Libre. Entre tanto, los decomisos marítimos bajaron del 44 por ciento de los decomisos totales de cocaína en 2019 a solo 4,5 por ciento en 2020, según los mismos datos.

Para mediados de septiembre, las autoridades guatemaltecas registraban 20 aterrizajes de narcoaviones, principalmente en los territorios de Petén, Alta Verapaz y Quiché, al noreste del país, y en varios departamentos sobre la costa Pacífica, según información suministrada a InSight Crime por la Subdirección General de Análisis de Información Antinarcótica, (SGAIA).

En los informes de la SGAIA, la mayoría de aterrizajes no arrojaron decomisos de drogas. Muchas veces, los narcoaviones se siguen hasta puntos de aterrizaje remotos, donde pueden descargarse los narcóticos y abandonar y quemar las naves antes de que lleguen las autoridades. Esto, según Prensa Libre, puede ser una explicación de por qué en 2020 solo ha habido la mitad de decomisos de cocaína en relación con el año anterior: 9,5 toneladas entre enero y noviembre, en comparación con 18,9 toneladas en 2019.

Estos cambios en el negocio de la cocaína han seguido a la caída de los principales carteles de Guatemala en la frontera este del país, que comparte con Honduras y El Salvador, a saber, los Lorenzana en Zacapa, los Mendoza en Izabal, los Leones en Jutiapa, con la consiguiente reorganización del negocio en la región.

Hoy en día, varias redes de traficantes poco conocidas y de menor envergadura controlan tramos menores de las rutas que conectan el este de Guatemala con el oeste, en la frontera con México, según varias entrevistas que realizó InSight Crime con funcionarios de seguridad, empleados de gobierno, periodistas y defensores de derechos humanos en Ciudad de Guatemala y territorios claves para el narcotráfico. En muchos casos, los operadores locales dominan la vida de las pequeñas localidades en las que actúan, apoyándose en la complicidad o la participación activa de las autoridades locales, incluidos alcaldes, mandos del ejército y jefes de policía, según relataron las mismas fuentes.

También hay indicios de que remanentes de antiguas organizaciones narcotraficantes siguen activas en el tráfico. En noviembre de 2019, por ejemplo, un miembro de la familia Lorenzana fue arrestado en la provincia de Zacapa, bastión del clan. Pero múltiples fuentes entrevistadas por InSight Crime señalaron que los Lorenzana, al igual que los demás grupos anteriormente dominantes, se han visto muy debilitados y se han visto obligados a compartir el espacio con esas redes más pequeñas.

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El Salvador

En octubre de 2020, las autoridades decomisaron 1,5 toneladas de cocaína por valor de US$37,9 millones en inspecciones a dos camiones de carga, hallazgos que recuerdan cuando era cosa de todos los días que los “transportistas” trasegaran narcóticos hacia El Salvador desde Nicaragua y Honduras. Las autoridades detuvieron a uno de los camiones a su entrada al país por el cruce terrestre de El Amatillo, en límites con Honduras. Un mes después, la policía de El Salvador hizo más aprehensiones en la misma ruta, con el decomiso de 100 kilos de cocaína hallados a dos nicaragüenses y un salvadoreño.

Esta ruta fue alguna vez la preferida del grupo narco Los Perrones, cuya caída tras arrestos y procesos judiciales desató una guerra de sucesión de la que salió vencedor un candidato impensado: la pandilla callejera MS13. Una de las células más fuertes de la MS13, los Hempstead Locos Salvatruchos, logró imponerse en un corredor marítimo clave en el golfo de Fonseca, donde pequeños botes pesqueros cargados de cocaína transitan entre Nicaragua y El Salvador, según un comisionado de la policía salvadoreña que estuvo destinado a ese puesto y a investigaciones de la policía nicaragüense a las que InSight Crime tuvo acceso. Los barcos atracan en las playas de La Unión, departamento en el extremo este de El Salvador y luego los traficantes trasiegan los narcóticos a lo largo de rutas terrestres que atraviesan El Salvador de este a oeste.

Nicaragua

Entre los países que alimentan las rutas terrestres de El Salvador se encuentra Nicaragua, por largo tiempo un punto de tránsito de narcóticos, pero mucho menos activo que su vecino Honduras, al oeste. Aunque las autoridades nicaragüenses han minimizado la importancia del país en el tráfico de cocaína, múltiples decomisos en 2020 han revelado un flujo activo de cocaína a través de suelo nicaragüense.

Por ejemplo, los camiones de carga interceptados en El Salvador habían salido de Nicaragua y eran conducidos por dos nicaragüenses, según representantes del gobierno salvadoreño. Los camiones que transportan queso y ganado han sido por largo tiempo favoritos de las redes narcotraficantes nicaragüenses que trasiegan cocaína en dirección norte por las autopistas centroamericanas por encargo de grupos narcotraficantes de mayor tamaño.

Nicaragua también se encuentra ubicada entre Costa Rica y Honduras, dos países que experimentan actualmente un auge de narcotráfico. Ha habido varios decomisos en Peñas Blancas, en toda la frontera de Nicaragua con Costa Rica.

Pero al contrario de sus vecinos, Nicaragua ha registrado una caída de los decomisos de cocaína. La policía incautó alrededor de 16 toneladas del alcaloide entre 2017 y 2019, una caída importante con respecto a las 36 toneladas confiscadas una década antes, entre 2007 y 2009, según datos de la policía, citados por el medio Artículo 66.

Costa Rica

Costa Rica ha tenido dificultades para lidiar con un pronunciado incremento del tráfico de cocaína en 2020.

A mediados de octubre, las autoridades ticas habían decomisado 37 toneladas de cocaína, según datos del Ministerio de Seguridad de ese país, obtenidos por InSight Crime. Esa cifra es la más alta de la historia reciente: de 2014 a 2019, el país no superó las 26 toneladas anuales.

Aparte de ser un trampolín para los cargamentos de cocaína que se mueven por tierra con destino a Estados Unidos, el país también sirve como puerto de entrada para el mercado europeo de narcóticos por medio de sus puertos.

El puerto de Limón, en la costa Atlántica, es el actual epicentro del narcotráfico en Costa Rica. Tras una investigación de campo, InSight Crime relató cómo una combinación de pobreza, corrupción y limitados controles a los contenedores de los barcos mercantes crea las condiciones ideales para el trasiego de cocaína dentro y fuera del puerto.

Aunque los grupos traficantes colombianos parecen ser los principales responsables de la cocaína introducida a los puertos costarricenses, InSight Crime también documentó la infiltración de la mafia italiana en el puerto de Limón, desde donde se enviaban narcóticos a Europa usando empresas exportadoras como fachada.

La ruta del Pacífico en Costa Rica también presenta actividad. En las primeras tres semanas de 2020, las autoridades incautaron 300 kilos de cocaína en el océano Pacífico, donde lanchas rápidas y semisumergibles viajan con drogas desde Colombia y Ecuador. Pescadores ticos controlan flotas de botes que usan atracaderos clandestinos sobre la costa Pacífica para recoger la cocaína y descargarla en Guatemala y México.

Antes de que la pandemia del coronavirus se asentara por completo en Centroamérica, el ministro de seguridad de Costa Rica declaró a InSight Crime que la policía del país estaba reforzando su presencia en el Pacífico con el objetivo de frenar el narcotráfico.

Costa Rica también ha tenido que enfrentar un aumento del tráfico aéreo. En marzo de 2020, las autoridades habían identificado al menos 140 pistas clandestinas en el país. En septiembre, el gobierno sancionó una ley que faculta a las autoridades a destruir ese tipo de pistas en propiedades privadas.

Panamá

El país que ocupa el extremo sur de Centroamérica también ha registrado un aumento inusitado de decomisos de cocaína. En 2018, se incautaron unas 73 toneladas en Panamá, y en 2019 se registró un récord de 78 toneladas.

En los primeros seis meses de 2020, las autoridades incautaron casi 35 toneladas de cocaína. Más de diez toneladas del alcaloide se encontraron en las aguas frente a la provincia de Bocas del Toro, un  archipiélago que bordea a Costa Rica sobre el mar Caribe. Aunque el Pacífico ha sido por mucho tiempo la ruta marítima preferida por los traficantes en Panamá, los cierres de fronteras con Colombia y las restricciones sobre la movilidad al parecer los obligaron a intensificar el uso de las aguas del Caribe.

Al igual que en años anteriores, en 2020, las autoridades panameñas también descubrieron semisumergibles con narcóticos en las costas del país.

Una industria naviera en expansión también hace de Panamá una ubicación atractiva para los carteles que buscan enviar narcóticos hacia Europa. El auge de la producción en Colombia y el apetito de Europa por la cocaína han hecho de Panamá y sus puertos comerciales un blanco común de los narcotraficantes.

Una autopista abierta por la cocaína

Las respuestas estatales a los cambios del tráfico de cocaína en 2020 bien pueden definir si serán un factor permanente del panorama regional del narcotráfico. Hasta ahora, ha habido una mezcla de nueva legislación, entorpecimiento de esfuerzos por causa de deficiencias institucionales o ningún esfuerzo en absoluto.

Las autoridades hondureñas, aparte de la destrucción de 34 pistas clandestinas, también actualizaron sus protocolos para la interceptación de narcoaviones. Pero, poco después, el país también introdujo un nuevo código penal que redujo las sentencias por narcotráfico, lo que deteriora aún más la ya mínima credibilidad del gobierno en lo que respecta a las iniciativas antinarcóticos. Honduras también fortaleció sus relaciones bilaterales con Estados Unidos en esa materia.

Costa Rica aprobó una nueva ley que facilita a las autoridades la búsqueda y destrucción de pistas ilegales en propiedad privada. El ministro de seguridad del país Michael Soto también declaró a InSight Crime que el país reforzó su capacidad logística, particularmente sobre el Pacífico, donde ha habido un auge del narcotráfico a lo largo de 2020.

Frente al incremento del tráfico aéreo y la reducción de los decomisos de cocaína, un vocero del ministerio de defensa guatemalteco declaró a Prensa Libre que la falta de aviones militares ha dificultado los esfuerzos de interceptación de aviones cargados de droga, la mayoría de los cuales aterriza en zonas remotas. El gobierno instaló un escáner de rayos X en un puerto marítimo golpeado por el narcotráfico, a muy poca distancia de las principales rutas de tránsito terrestre que pasan por el Caribe guatemalteco.

En El Salvador, el narcotráfico no ha hecho una aparición notoria en la agenda nacional, como es costumbre en un país en que la violencia de pandillas domina la seguridad.

Las autoridades en Panamá siguieron haciendo grandes decomisos, concentrados en el Caribe, mientras que funcionarios nicaragüenses minimizan la participación del país en el narcotráfico.

La trayectoria de la pandemia del coronavirus determinará si la región puede continuar el restablecimiento del tráfico civil y comercial entre sus fronteras. Por lo que respecta al futuro próximo, sin embargo, los corredores de cocaína centroamericanos se ven abiertos de par en par.