La escasez de gasolina en Venezuela parece estarle abriendo el mercado a los contrabandistas de Colombia y Brasil, quienes recientemente empezaron a enviar su gasolina al país que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo.

Autoridades de los departamentos fronterizos del noreste de Colombia advirtieron meses atrás sobre la posible salida ilegal de gasolina colombiana hacia Venezuela. Aunque para muchos esto era impensable hace algún tiempo, tanto el gobernador de La Guajira como el alcalde de Villa del Rosario, en Norte de Santander, Colombia, habían denunciado el hecho. Desde marzo del presente año se empezó a evidenciar un contrabando de combustible a la inversa.

Los primeros informes identificaron una de las rutas de contrabando entre La Guajira y Zulia. Camiones cargados de gasolina colombiana estarían entrando por corregimientos del municipio de Maicao, pasarían a Venezuela por la ruta de Carrasquero, en el municipio de Guajira, y llegarían hasta Puerto Caballo, del municipio Maracaibo.

VEA TAMBIÉN: Noticias y perfil de Venezuela

Ahora los pimpineros, personas dedicadas a vender gasolina en el mercado negro, estarían vendiendo en Zulia un producto importado que destaca por su color. Habitantes de esa región explicaron a InSight Crime que la gasolina colombiana es mucho más clara y amarillenta, a diferencia del color oscuro y rojizo que ha caracterizado a la venezolana.

Esta diferencia se debe a que la gasolina colombiana es de menor octanaje y rendimiento, por lo cual el litro estaría siendo vendido entre US$1 y 2, a un precio más barato que la venezolana. Una fuente oficial consultada por InSight Crime señaló que, en ocasiones, los pimpineros le añaden aceite hidráulico rojo a la gasolina colombiana y, al lograr transformar su color del amarillo al rojizo, consiguen venderla al mismo precio que la venezolana.

Fuentes oficiales y periodísticas verificaron a InSight Crime que algo parecido estaría sucediendo en la frontera entre Norte de Santander y Táchira. La gasolina que sale de Villa del Rosario estaría ingresando a territorio venezolano por trochas del municipio de Bolívar, logrando llegar no solo a su capital San Antonio del Táchira, sino también a la capital del estado, San Cristóbal.

En estos territorios el litro de gasolina costaría entre US$0,5 y 1,5. Esto se compara con el precio promedio colombiano de US$0,53 por litro registrado a mediados de mayo, lo que muestra el lucrativo negocio de revender gasolina en Venezuela.

Fuentes en campo relataron a InSight Crime que la mayor parte de la gasolina disponible en el mercado negro es colombiana, pues allí es bastante escasa la venezolana. La poca gasolina venezolana que se revende es ofrecida por los militares que desde hace meses controlan las estaciones de servicio.

Estos oficiales han optado por decir que su gasolina es extranjera y la ofrecen al mismo precio, a fin de mantener en el anonimato que son fuerza pública y evitar ser detenidos como ha pasado en meses anteriores.

Un caso similar estaría sucediendo en la frontera con Brasil desde mediados de 2019. Los reportes afirman que los contrabandistas, conocidos como “talibanes”, cruzarían con sus vehículos al municipio de Pacaraima, estado de Roraima, en donde el litro de gasolina brasileña está por debajo de US$1. Agregan que, después de cargarlos, regresarían a revender ese litro por más de US$2 en la ciudad de Santa Elena de Uairén, municipio de Gran Sabana, del estado Bolívar.

En marzo de 2020, El Pitazo detectó que esta gasolina brasileña es la que estaría nutriendo la minería ilegal de oro en Gran Sabana, una actividad en la que participan desde indígenas hasta grupos armados. Además, el margen de ganancia se habría incrementado, pues el litro estaría siendo revendido entre US$4 y 6 en territorio venezolano.

Análisis de InSight Crime

La presencia de combustible extranjero en el mercado negro de Venezuela fue un escenario impensable para un país que por años nutrió con su gasolina los mercados legales e ilegales de Colombia y Brasil. Sin embargo, este contrabando empezó a disminuir una vez se redujo la capacidad de producción interna del país, como consecuencia de la mala gestión y la corrupción que deterioró a Petróleos de Venezuela (PDVSA).

José Guerra, exfuncionario del Banco Central de Venezuela y actual diputado, estima, según el diario Alnavío, que el consumo de Venezuela se sitúa hoy en 150.000 barriles diarios entre gasolina y diésel, y dado que las refinerías nacionales solo logran producir 40.000, unos 110 mil barriles diarios deben ser importados.

Las sanciones petroleras que Estados Unidos le impuso a Venezuela le dificultaron al país importar de manera legal los volúmenes de gasolina requeridos, lo que exacerbó aún más la escasez. Esta demanda no suplida ha impulsado nuevos flujos en el contrabando de gasolina, en donde esta ya no sale sino que entra a Venezuela, usando las mismas rutas de antes.

VEA TAMBIÉN: ‘Pategrillo’, una ventaja inusitada para los laboratorios de cocaína en Colombia

Una de las dificultades que enfrenta este nuevo contrabando es que son pocos los venezolanos que pueden costear la gasolina que es ofrecida en el mercado negro. Los habitantes afirman que el combustible pasó de ser un bien de primera necesidad a uno de lujo, en donde su consumo está reservado para los sectores sociales con mayor capacidad adquisitiva o para aquellos inmersos en actividades criminales como la extracción de oro.

Y las autoridades están al tanto. Un oficial en Zulia señaló que antes, donde la gasolina colombiana era vendida libremente en las calles, las contrabandistas son ahora más cautelosos, ya que se han presentado casos en los que batallones de la Guardia Nacional Bolivariana les roban la gasolina para revenderla. Como solución, los contrabandistas estarían comunicándose con los potenciales compradores a través de WhatsApp o de intermediarios.

Aunque fuentes periodísticas y en terreno de Lara y Mérida dicen que no han visto en sus estados la reventa de gasolina extranjera, aún es incierto el alcance territorial de este nuevo mercado. Si bien es probable su expansión dado que múltiples poblaciones expresan a gritos su necesidad de gasolina, es claro que no todas las personas pueden costearla.