El operativo de la policía la semana pasada en Río de Janeiro, Brasil, que dejó hasta 26 muertos, marcó otra escalada de una campaña de seguridad contra el Comando Rojo, dejando hasta ahora docenas de muertos y puede terminar beneficiando a otra facción criminal completamente distinta.

El 24 de mayo, la policía militar lideró una operación de 12 horas en la favela Vila Cruzeiro, al norte de Río, controlada por la organización narcotraficante más prolífica de la ciudad, el Comando Rojo (Comando Vermelho, CV). Según Globo, el operativo llevaba meses de planeación, pero fue acelerado en el último momento por la amenaza de que los miembros del CV huyeran de la zona.

El resultado: 26 muertos, en medio de denuncias de tortura, ejecuciones y el terror entre la población. Se confirmó al menos una víctima, Gabrielle Ferreira da Cunha, muerta por una bala perdida en el interior de su casa.

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El patrón se ha vuelto familiar. En febrero pasado, en Vila Cruzeiro hubo nueve muertos en otro operativo.

Y hace un año, otro operativo contra el Comando Rojo, en la favela de Jacarezinho, dejó 28 muertos.

La fiscalía general de Brasil y su homólogo local en Río, han abierto investigaciones por la redada en Vila Cruzeiro. Pero algo parecido se dijo después de los sucesos en Jacarezinho, con pocos resultados a la fecha.

Análisis de InSight Crime

No cabe duda de que el Comando Rojo es una amenaza criminal de cuidado, con presencia dominante en una cuarta parte de la ciudad, según estimaciones. Las rivalidades de la pandilla han dejado cientos de homicidios en todo el país.

Pero las motivaciones y los resultados de estos operativos en Río pueden no soportar el escrutinio. Mientras la policía va debilitando el territorio del Comando Rojo, otra serie de actores hacen repetidas incursiones para llenar ese vacío: las milicias.

Estas fuerzas de autodefensa surgieron en un inicio para combatir a los traficantes de drogas, pero terminaron convirtiéndose en una fuerza criminal. Conformados en su mayoría por policías activos y retirados, miembros del ejército y personal carcelario, sus conexiones con las fuerzas de seguridad les han permitido actuar con impunidad.

Un informe de UOL halló que entre 2016 y 2019, poco menos de 3 por ciento de los tiroteos de la policía ocurrieron en territorios de las milicias, en comparación con 57 por ciento en áreas controladas por el CV.

«Río es una ciudad con dos fuerzas policiales: una que promueve la confrontación violenta de manera ininterrumpida contra el narcotráfico y otra que se muestra indulgente con las milicias», señaló el informe.

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Ese presunto trato preferencial podría hacer que las milicias se trasladaran a zonas controladas por el CV. Según Joana Monteiro, experta en seguridad pública de la Fundación Getulio Vargas, la reducción de las intervenciones policiales en los territorios de las milicias alimenta la percepción de que reducen la violencia. Monteiro afirmó a InSight Crime que «hay más violencia en las zonas controladas por los narcotraficantes tanto porque hay más disputas entre ellos como porque la policía interviene más».

Después de la masacre de Jacarezinho, Benjamin Lessing, profesor de la Universidad de Chicago, que estudia el crimen organizado, declaró a InSight Crime que «las milicias en todos lados pueden usar esto para ganar el apoyo de la población civil. Estos tiroteos no se ven en zonas controladas por las milicias».

Pero la incursión de las milicias no suele beneficiar a los ciudadanos más pobres de Río. En gran parte de la ciudad, estos grupos han instalado su propia forma de gobierno. Muchas veces son los únicos proveedores de servicios básicos, con el control del acceso a televisión o internet, e incluso la construcción de edificios de apartamentos enteros.

Para Monteiro, las milicias buscan posicionarse como «empresas criminales territoriales… tratando de monopolizar la coerción» en Río. «Creo que nos estamos moviendo hacia una nueva realidad con menor violencia y mayor diversificación económica», pronosticó Monteiro.