“Estamos vigilando su casa, a su esposa y a sus hijos”, le dijo una voz calmada, pero amenazante, a un periodista venezolano que trabaja con InSight Crime. “Sé que no tiene mucho dinero, pero mande lo que pueda”.

La voz al otro lado del teléfono era inquietante, pero los detalles del intento de chantaje no cuadraban.

El novato extorsionista le dijo que enviara el dinero a una cuenta bancaria en Venezuela, lo que casi nunca hacen las verdaderas bandas de extorsionistas de la zona. Y le dijo que trabajaba para los Meleán, una banda que llegó a ser muy poderosa pero que ya prácticamente ha desaparecido.

El periodista decidió poner a prueba a su interlocutor. “¿Cuál es la dirección que está vigilando, pues?”, preguntó.

La persona no respondió. Simplemente colgó.

Este tipo de estafa se ha vuelto común en Venezuela, donde los estafadores individuales imitan las amenazas reales de los grupos criminales del país, que continúan expandiéndose.

La dificultad de distinguir las extorsiones reales de las falsas impone a los venezolanos una doble carga por la inseguridad de su país.

El boom de las extorsiones falsas

Las llamadas extorsivas fraudulentas, como la que recibió el periodista, son la forma más común de suplantación criminal, según un análisis de medios de comunicación venezolanos y de acuerdo con varias fuentes entrevistadas.

Los impostores atacan tanto a empresas como a individuos, y utilizan los nombres de grupos que acaparan titulares, como las pandillas de Wilexis y El Koki, para amedrentar a las personas y forzarlas a hacer los pagos. Por lo general, llaman a sus víctimas o les envían mensajes desde fuera del estado, a menudo desde las prisiones.

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Estas llamadas fraudulentas se dan a la par con las amenazas extorsivas reales, como le dijeron las víctimas a InSight Crime. Por lo tanto, las personas más afectadas, como los dueños de negocios, han desarrollado una serie de pautas para identificar a los impostores.

La llamada que recibió el periodista tuvo dos de las señales de advertencia más comunes: usar una cuenta bancaria venezolana e imitar a un grupo que ya no está activo o que no está presente en la zona. La mayoría de las bandas de extorsión reales recaudan dinero en efectivo, transferencias bancarias en el extranjero, o bien mediante la plataforma de pago estadounidense Zelle. Voceros de Zelle le dijieron a InSight Crime que sus acuerdos de usuario prohíben el uso de la aplicación para actividades ilegales.

Pero la vaguedad es la señal más obvia para identificar a un estafador, según afirman dueños de negocios, líderes comunitarios y otras personas con experiencia en llamadas extorsivas. Las amenazas y descripciones imprecisas que suelen dar los estafadores contrastan con la cuidadosa preparación que hacen las bandas de extorsión reales para investigar a sus víctimas y analizar cómo presionarlas.

“Cuando los [verdaderos extorsionistas] llaman, saben tanto de uno, que uno supone que fue vendido por alguien de su círculo cercano —un primo, un amigo o un empleado—”, le dijo a InSight Crime un empresario y líder comunitario de Zulia, quien pidió que no se divulgara su identidad.

Sin embargo, no todos los extorsionistas falsos se hacen pasar por pandilleros. En muchos casos recientes, los estafadores se han hecho pasar por autoridades venezolanas, aprovechando el hecho de que los funcionarios suelen tener sus propios esquemas de extorsión.

El año pasado, dos hombres que se hicieron pasar por funcionarios de la fiscalía intentaron extorsionar al dueño de una gasolinera de Caracas. Recientemente, un estafador, que trabajaba con oficiales de policía corruptos, presuntamente extorsionó a empresas y a individuos utilizando órdenes de arresto en su contra.

En ambos casos, los estafadores utilizaban identificaciones falsas. Durante el año pasado, las autoridades venezolanas desmantelaron al menos dos redes dedicadas a la venta ilegal de uniformes de la policía y el ejército, que pueden ser usados en esquemas similares.

La expansión de las estafas

Si bien la extorsión es, de lejos, el delito que más emulan los estafadores, también han comenzado a imitar a otras redes del crimen organizado.

Algunos eligen grupos depredadores, como las redes de secuestro que por mucho tiempo han aterrorizado a los venezolanos.

Recientemente, un joven que se dedica a operar con criptoactivos fingió su propio secuestro como parte de un plan para robar más de US$1 millón en criptomonedas. Para ello recurrió al creciente número de bandas venezolanas que exigen rescates en criptomonedas, con el fin de darse más credibilidad.

Otros estafadores han utilizado estrategias diferentes, como la imitación de las redes criminales a las que recurren los venezolanos de manera desesperada, sobre todo las redes de traficantes de migrantes.

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A medida que los flujos migratorios venezolanos se han expandido hacia el norte, hacia países con políticas fronterizas estrictas, han aumentado las estafas de tráfico de personas. Los estafadores se hacen pasar por traficantes de migrantes con el fin de engañar a los posibles migrantes, para lo cual publican anuncios en las redes sociales, exigen pagos por adelantado, y desparecen una vez que se paga el dinero, cuya cantidad en muchas ocasiones llega a los miles de dólares.

Un ciudadano venezolano, cuya familia migró utilizando traficantes de personas, le dijo a InSight Crime que muchas personas han sido estafadas de esta manera.

“Uno les pregunta a otras personas … ‘¿Te fue bien?. Ah, bueno, entonces también les voy a pagar’”, dijo el hombre, que pidió permanecer en el anonimato por asuntos legales.

Corrupción e inseguridad, pilares de las estafas

Los estafadores venezolanos se apoyan en los altísimos niveles de inseguridad del país y en la desconfianza de la población en la policía para dale continuidad a la criminalidad fraudulenta que corre paralela a la real.

La amenaza casi constante de los crímenes violentos crea una atmósfera de temor y les da credibilidad a los estafadores. Pocas víctimas se arriesgan a no hacer los pagos, incluso si sospechan que la persona que llama es un impostor, porque el crimen organizado depredador y la violencia se han vuelto muy comunes.

En 2022, Venezuela ocupó el primer lugar en América Latina continental en cuanto a los homicidios, en gran parte debido al crimen organizado. Los casos de extorsión y secuestro, así como los asesinatos y ataques con granadas, han estado aumentando desde 2021, según un informe publicado por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) a finales de 2022.

“La gente siente que es mejor pagar y mantener su tranquilidad”, le dijo el líder empresarial a InSight Crime.

La corrupción generalizada entre los funcionarios de seguridad agrava el problema. Les da otra vía de acción a los estafadores, como aquellos que se hicieron pasar por funcionarios del gobierno en Caracas, y lleva a que las víctimas de amenazas de extorsión reales y falsas sientan que no pueden acudir a las autoridades en busca de ayuda.

“La gente no denuncia porque le da temor. Saben bien que el sistema de justicia está cooptado”, le dijo el líder empresarial a InSight Crime. “Uno podría accidentalmente poner la denuncia ante la persona equivocada y meterse en más problemas”.