Durante el fin de semana del Carnaval de Maracaibo, mientras grupos de familias se apiñaban en las tiendas ventiladas con aire acondicionado por toda la ciudad, varios hombres armados llegaron a una carnicería en motocicletas, se bajaron, entraron al lugar y, sin pronunciar palabra, dispararon indiscriminadamente contra la concurrencia, hiriendo a tres personas. 

Menos de dos horas después, la violenta escena se repetía en un minimercado. Esta vez los pistoleros les causaron heridas a cinco transeúntes.

Los dos ataques, a solo siete kilómetros de distancia, tenían que ver con extorsiones, pero no estaban relacionados entre sí.

Maracaibo es la otrora boyante capital del estado fronterizo de Zulia, el más poblado de Venezuela, por donde en otros tiempos fluía el dinero del petróleo. La ciudad todavía tiene importancia como puerta de entrada noroccidental a Venezuela desde Colombia. Las celebraciones de carnaval, que tienen lugar durante un fin de semana, solían llenar de vivacidad las calles de la capital, que hoy dan una sensación de abandono.  

Durante semanas, los informes de aquel tipo de ataques inundaron los titulares de prensa, y se inició una cacería de los perpetradores, impulsada por los llamados de los líderes políticos de Zulia, quienes anunciaron una serie de estrategias y comisiones de seguridad. 

Aquellos actos generaron indignación en el estado, donde la violencia se ha convertido en algo común. Sin embargo, no siempre fue así. 

Hasta 2008, el hampa del estado había sido más pacífico, y era dominado por un capo de la mafia al mejor estilo de Hollywood, Antonio Jesús Meleán Vergel, alias “Antonito”, y el clan Meleán.

Su muerte significaría la ruptura de aquella calma.

La caída del imperio criminal de los Meleán coincidió con el inicio del colapso económico, social y político de Zulia, lo cual dio lugar a una clase criminal violenta y caótica, cuyas prácticas extorsivas están asfixiando a los negocios legales que quedan en el estado. 

En los últimos dos años, InSight Crime ha hablado con decenas de exfuncionarios políticos y de seguridad, habitantes del estado y diversos expertos, para tratar de comprender la compleja evolución del crimen en Zulia.  

Antonito Meleán y la mafia de caballeros

Antonito y su familia habían dominado el hampa de Zulia desde la década de los ochenta. 

Los habitantes de Zulia recuerdan a Antonito como un “caballero mafioso” que controlaba diversas bandas más pequeñas, las cuales operaban con su anuencia y seguían sus reglas. 

Por su parte, Antonito mantenía el orden en el hampa de Zulia, actuando como un juez sobre su mafia, resolviendo las disputas entre sus integrantes y manteniendo la paz según sus propios códigos.  

“Era un verdadero Vito Corleone. Siempre tuvo un alto nivel de control y era decente, educado y amable. La gente lo respetaba y él mantenía un bajo perfil. Pero si había problemas que el gobierno no resolvía, él actuaba como mediador para resolverlos”, le dijo a InSight Crime un expolítico zuliano que habló bajo condición de anonimato. 

Era tal la influencia de Antonito, que incluso los políticos locales y regionales se reunían con él para discutir el manejo de sus municipios. 

“En ese entonces había grupos criminales en Zulia con los que el gobierno tenía que negociar”, dijo Juan Pablo Guanipa, un político de la oposición y exgobernador electo de Zulia, cuando se le preguntó sobre Antonito. 

Antonito también intentaba proteger a los civiles del hampa de Zulia, por lo que solo toleraba la violencia como último recurso y prohibía rotundamente el asesinato de mujeres y niños.

La crisis económica y de seguridad ha obligado a muchas personas a marcharse de Zulia, estado al noreste de Venezuela, por lo que muchos edificios han sido abandonados y desvalijados. Foto: InSight Crime

Hay poca información sobre las extorsiones durante la época de los Meleán, pero algunas fuentes señalan que las tiendas de barrio estaban excluidas y que las bandas urbanas controladas por los Meleán se dedicaban sobre todo al robo de automóviles y, en menor medida, al robo y el secuestro. 

Había muchas posibles víctimas de estas economías criminales. La boyante economía petrolera de Zulia era el motor de las industrias que proporcionaban bienes y servicios a empleados petroleros bien remunerados: almacenes de ropa, cines, restaurantes y pescaderías, entre otros. 

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Pero 2008 marcó un punto de inflexión, tanto para Zulia como tal como para Antonito. El envejecido patrón comenzó a perder el control de su imperio criminal.

El entonces alcalde de la capital del estado, Maracaibo, acusó a Antonito de estar detrás del asesinato de un líder estudiantil, desafiando públicamente la reputación del jefe como un respetado empresario y ganadero. 

Antonito tomó represalias y escribió una carta abierta en la que acusaba al alcalde de corrupción. Pero no hubo tiempo de que el drama político avanzara, pues poco después la propia gente de Antonito se volvió contra él. Según el periódico local Versión Final, que relató la historia, esa carta abierta fue la última que escribió Antonito. 

El 27 de diciembre de 2008, Antonito fue asesinado a tiros afuera de una barbería. Era la víspera de su cumpleaños número 70. Las autoridades acusaron a Daniel David Leal Prieto, alias “Danielito”, el joven líder de una banda que se refería a Antonito como una figura paterna y negó vehementemente que hubiera tenido algo que ver con su muerte.

La versión más extendida señala que el asesinato de Antonito hizo parte de un golpe criminal llevado a cabo por una facción subordinada de los Meleán que buscaba apoderarse del imperio de la familia. 

Pero dicho golpe fue fallido.

Frenesí mediático: la ruptura del orden en el hampa de Zulia

A raíz de la muerte de Antonito, ni su familia ni el grupo de bandas más pequeñas que hasta ese momento estaban bajo su mando lograron imponerse. Surgió entonces una violenta guerra, dado que varias bandas intentaban llenar el vacío.

Nelson Meleán, hermano de Antonito, heredó un clan criminal arrinconado. Dos años después de la muerte de Antonito, Nelson había sobrevivido a tres atentados contra su vida. El tercero ocurrió en 2010 mientras se encontraba internado en un hospital recuperándose de otro atentado previo. Seis hombres armados irrumpieron en una unidad de cuidados intensivos y haciendo disparos intentaron entrar a la habitación de Nelson. 

Si bien los familiares y los guardaespaldas que vigilaban junto a su cama pudieron repeler a los atacantes, en el asalto murieron el hijo menor de Nelson, su primo, un amigo y dos guardaespaldas, así como uno de los asesinos. 

Estas no serían las únicas víctimas de la campaña contra los Meleán. Como le dijo la viuda de uno de los Meleán a los medios de comunicación venezolanos en 2011, aquello fue “un esfuerzo concertado para acabar con la familia Meleán”.

Nelson fue finalmente asesinado en 2012 en la ciudad de Santa Marta, en la costa Caribe colombiana. Para entonces, al menos otros 18 miembros de la familia de Antonito y su círculo cercano habían muerto en esta matanza.

Había muchos sospechosos de aquellas acciones. Una banda, conocida como los Pulgas, continuó tras los Meleán, incluso después de que su cabecilla, Danielito, el presunto asesino de Antonito, fuera ultimado en prisión. Wilmer Matos, un antiguo rival de los Meleán, dirigía otra red en Miranda, un municipio de importancia estratégica en Zulia. Un criminal llamado John Wade expulsó a los Meleán del pueblo pesquero de La Cañada de Urdaneta. 

Estos nuevos jefes, incluido el propio Nelson Meleán, no vieron ninguna razón para mantener la reputación de caballeros mafiosos. Se alejaron del modelo de Antonito de proteger a las comunidades y no dudaron en emplear la violencia contra el creciente número de víctimas de extorsión si se negaban a pagar.  

“El día que [Antonito] murió…  La mafia misma comenzó a matar gente. Ya no había una ‘mafia elegida’, sino que había dos y luego tres”, explicó a InSight Crime un exfuncionario de seguridad del municipio de Miranda. 

Colapso de la economía y de un imperio criminal

En este contexto de fragmentación de clanes, Venezuela estaba sumida en una crisis económica y social que se empezó a sentir en 2014, justo un año después de la muerte de Hugo Chávez. Esta crisis modificaría aún más la criminalidad de Zulia.

La industria petrolera estatal, que había resistido durante años la mala gestión por parte del Estado y las expropiaciones, finalmente colapsó. Dado que la producción de petróleo tocó fondo, la economía de Zulia se estancó, dando como resultado escasez de alimentos, altos niveles de desempleo y el inicio del éxodo venezolano.

“La crisis económica cambió las cosas”, le dijo a InSight Crime el coordinador del Observatorio Venezolano de la Violencia en el estado Zulia (OVV), Jorge Govea Cabrera. “Hubo una oleada de violencia, los jóvenes comenzaron a vincularse a las bandas, y la violencia pasó de ser interpersonal a estar relacionada con el crimen organizado como tal”, afirmó.

Estos cambios en la dinámica criminal se dieron mientras la mafia de los Meleán estaba bajo el mando del hijo de Antonito, Tirso, quien tomó el control después de la muerte de Nelson en 2012.

Durante cierto tiempo, Tirso trató de interpretar el papel de un respetado hombre de negocios, como lo hacía su padre, e incluso hizo un último esfuerzo por defender su reputación en una entrevista exclusiva en 2015 con el periódico zuliano Versión Final, donde negó cualquier conexión con la extorsión o con una serie de homicidios recientes vinculados a los Meleán.

Pero poco después abandonó sus pretensiones de que los Meleán fueran una familia de negocios exitosa. 

Por el contrario, junto con su primo, Bernardino, alias “Willy”, Tirso dio comienzo a una era más violenta y abiertamente criminal de la familia. 

Comenzó a amenazar a cualquiera que se interpusiera en su camino, e incluso prometió públicamente asesinar a los agentes de policía y a sus familiares, después de que, en agosto de 2017, en una redada de seguridad destruyeran la casa de Antonito y mataran al protegido de Tirso. Un mes después, ordenó un ataque con granadas en el que murió uno de los policías que participaron en la redada.  

Pero Tirso también intentó salirse de la línea de fuego. Su arresto en 2018 no se produjo en Zulia, ni siquiera en Venezuela, sino en el estado de Texas, Estados Unidos, donde fue detenido por estar en el país ilegalmente y por posesión ilegal de un arma de fuego. Pasó tres años en una prisión estadounidense, y fue extraditado a Venezuela, donde permanece en prisión. 

Willy fue el siguiente Meleán en tomar las riendas, justo en el momento en el que el violento y competitivo panorama criminal de Zulia se hacía más caótico.

“2019 fue un año horrible”, afirma Ricardo Acosta, expresidente de la Cámara de Comercio de Zulia. “La violencia aumentó y las pandillas comenzaron a usar granadas. Dado que muchos propietarios habían dejado sus negocios para irse a vivir a otro lugar, los extorsionistas también comenzaron a matar empleados como una forma de llegar a los propietarios, si se negaban a pagar”.

Willy huyó a Colombia, donde intentó establecer operaciones de narcotráfico en las ciudades del país, según informes de inteligencia de seguridad a los que accedió InSight Crime.

Pero su intento fue en vano. Lejos de ayudar a los Meleán a escapar de las guerras mafiosas de Zulia, pronto comenzó una nueva guerra, en la que el clan se enfrentó contra uno de sus antiguos sicarios, Erick Alberto Parra Mendoza, alias “Yeico Masacre”. 

Masacre, un desertor del ejército venezolano convertido en extorsionista en el municipio de Cabimas, Zulia, fue vinculado por primera vez con los Meleán alrededor de 2017, supuestamente como uno de los sicarios de Tirso. Al parecer acompañó a Willy en su traslado a Colombia antes de volverse en contra de los Meleán en 2020.

Su traición resultaría catastrófica para sus antiguos jefes. La violencia causada por los enfrentamientos entre Masacre y los Meleán acaparó los titulares de la prensa colombiana cuando una serie de asesinatos de alto perfil aterrorizaron a las principales ciudades, entre ellas Bogotá y Santa Marta. 

En noviembre de 2020, después de una operación de ocho meses que se infiltró en el círculo cercano de los Meleán, la policía ultimó a tiros a Willy en el departamento de Santander, al noreste de Colombia. 

Ya la familia Meleán se había quedado sin líderes.

March 2009 Headline - Venezuelans lament raised taxes as inflation climbs. Source: Versión Final
Shootout in Cabimas left six dead; September 2010; source: El Regional
Unrest and tension grow in the state-run oil industry; October 2011; source: Versión Final
Headlines of violence and inflation in Venezuela Zulia

Deslice por los titulares de los medios locales zulianos, usualmente publicados lado a lado, para ver cómo la crisis económica de Venezuela y el caos en el hampa del estado se dieron de manera paralela. Fuente: Versión Final y El Regional

El imperio del terror

Actualmente, Zulia no tiene un solo líder criminal. Por el contrario, el panorama criminal está dominado por cualquier banda que pueda inspirar terror y violencia en un día determinado. 

Dado que los Meleán están prácticamente acabados, la banda de Yeico Masacre, que ya se hace llamar Grupo Armado Yeico Masacre (GAYM), reapareció en Zulia. Su inclinación por los actos de violencia llamativos llevó a que fueran incluidos en la lista de los más buscados de Venezuela, pero no los convirtió en los nuevos reyes del hampa de Zulia.

VEA TAMBIÉN: Los 10 grupos criminales que dominan el hampa en Venezuela en 2023

En mayo de 2022, un informe de inteligencia policial al que InSight Crime tuvo acceso enumeraba los 17 cabecillas criminales más buscados. Algunos de estos están relacionados con el debilitado imperio de los Meleán; tal es el caso de la banda de Adriancito, que en algún momento veló por los intereses criminales de los Meleán en la prisión de Cabimas y ahora dirige operaciones de extorsión en ese municipio. 

El viejo rival de Antonito, Wilmer Matos, todavía opera en el municipio de Miranda, donde se disputa el control con Yeico Masacre y otro antiguo sicario de los Meleán, Yet Nava. En el municipio de La Cañada de Urdaneta, tres sicarios que trabajaban para los Meleán intentan tomar el lugar de John Wade, quien fue asesinado varios años antes.

“Cada vez que muere un líder, surgen otros cuatro líderes, por eso hay tantas bandas en Zulia”, le dijo a InSight Crime un funcionario de seguridad, quien habló bajo condición de anonimato.

Hay una rápida rotación y los nuevos actores, que surgieron del colapso y la inseguridad de la crisis venezolana, son despiadados, intransigentes y ostentosamente violentos. Sus operaciones criminales giran casi exclusivamente en torno a la extorsión.  

“Ya nos piden el carro, el motor, el bote —y si eso significa que uno ya no puede pescar, no les importa—”, le dijo a InSight Crime una víctima de extorsión de La Cañada de Urdaneta.  

Dado que el número de esos grupos se ha multiplicado, muchos dueños de negocios han sido extorsionados por dos, tres o incluso cuatro bandas a la vez. Estas bandas también han ampliado sus potenciales víctimas, y ya incluyen instituciones que antes se consideraban excluidas, como escuelas y hospitales. 

Esta falta de restricciones ha llevado a sectores enteros a la quiebra, lo que empeora la crisis económica de Zulia. 

A su vez, esta crisis impulsa el reclutamiento por parte de las bandas. Muchas escuelas han cerrado, y numerosos venezolanos han huido al extranjero con el fin de ganar dinero para enviar a sus hogares, donde los niños y niñas quedan en situaciones vulnerables. 

“Hoy en día […] los integrantes de las bandas son en su mayoría jovencitos, de entre 16 y 20 años en promedio, insatisfechos con las oportunidades económicas disponibles. Se les da poder, la capacidad de matar. La violencia se les sube a la cabeza”, le dijo a InSight Crime un funcionario local, quien pidió el anonimato por temor a represalias por parte de las bandas.

El gran número de reclutas potenciales los ha hecho prescindibles, lo que hace que las operaciones de seguridad militaristas sean ineficaces. 

Por su lado, los cabecillas se arriesgan poco. Siguiendo los pasos de Willy y Tirso Meleán, Yeico Masacre, Adriancito, Conas y la mayoría de los demás cabecillas de bandas de Zulia han utilizado sus ganancias criminales para marcharse a países como Estados Unidos, Colombia, Ecuador y Panamá. Desde allí, pueden dirigir operaciones en Zulia con relativa impunidad, ya que las fuerzas de seguridad de estos países carecen de acuerdos de comunicación y cooperación con Venezuela. 

La respuesta del gobierno venezolano no ha sido rápida ni efectiva.

Las grandes operaciones militares han sido ineficaces, y el llamado de las autoridades para que los dueños de negocios denuncien las amenazas de extorsión tras los ataques del fin de semana de carnaval tampoco dieron resultados a largo plazo.

«Justos por pecadores. ¡Organízate!», dice el grafiti en un edificio cerrado en el municipio de Cabimas, Zulia. Foto: InSight Crime

“Mis primos y yo hemos denunciado la extorsión [a la unidad de investigación criminal de Venezuela], pero todo es en vano”, le dijo a InSight Crime un empresario del municipio de La Cañada de Urdaneta.  Y agregó que, a pesar de que hay un gran contingente de fuerzas de seguridad en la ciudad, no se ha hecho gran cosa para detener las extorsiones. 

Ante la disminución de la base de negocios legales para extorsionar, algunas bandas han cambiado sus estrategias extorsivas. 

En La Cañada de Urdaneta, uno de los municipios más afectados por la extorsión, la banda dominante está dirigida por Guillermo Rafael Boscán Bracho, alias “Yiyi”, quien busca una relación más cooperativa con sus víctimas.  

Los dueños de negocios le dijeron a InSight Crime que Yiyi ha comenzado a negociar las cuotas de las extorsiones según lo que las víctimas puedan pagar, como una manera de luchar contra las bandas rivales para que no extorsionen a quienes están “bajo su protección”, e incluso buscan ofrecerles algún beneficio económico a cambio de la cuota de las extorsiones. 

Sin embargo, hasta el momento este comportamiento “ordenado” has sido mínimo y está muy lejos de las reglas criminales que alguna vez estableció Antonito. No hay garantía de que las cosas vayan a mejorar. Quienes pueden irse, lo están haciendo en masa.

“Mi hermana se fue, mi hermano se fue, y yo también estoy pensando en irme”, dijo el empresario de La Cañada de Urdaneta, quien ha enfrentado amenazas y extorsiones. “No podemos seguir así”.

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