El PCC, la pandilla carcelaria de Brasil, ha lavado unos US$15 millones de la droga a través de cuentas abiertas por familiares de miembros encarcelados, lo que demuestra la creciente sofisticación de las tácticas criminales de la pandilla.

El esquema de lavado de dinero fue identificado gracias a la “Operación Bienestar”, una serie de redadas policiales en el estado de São Paulo contra sospechosos asociados con el Primer Comando Capital (PCC). Durante la operación fueron detenidas 35 personas, 13 de las cuales son miembros del PCC encarcelados, y 19 de ellas mujeres.

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Según la Policía Civil de São Paulo, el esquema funcionaba mediante sobornos a los visitantes de los internos, lo que le permitía al PCC depositar y transferir dinero a través de sus cuentas bancarias. A cambio de su colaboración, a estas visitantes, la mayoría de ellas esposas y novias de nuevos miembros de la pandilla, se les ofrecía ayuda para su transporte, alquiler y gastos médicos.

Entre los detenidos durante las redadas se encuentra un criminal conocido como “Motoboy”, que se cree que es responsable de administrar el esquema. Motoboy coordinaba el contacto de los visitantes con las células del PCC en las prisiones, y luego se comunicaba con los colaboradores para retirar el dinero que ingresaba a sus cuentas.

De esta manera, se cree que el PCC ha lavado al menos US$280.000 mensuales de dinero procedente de las drogas desde 2013.

Análisis InSight Crime

Aunque se sabe que el PCC está involucrado en el tráfico de drogas desde hace algún tiempo, las sumas blanqueadas a través de este sistema proporcionan nuevas pruebas de la magnitud de estas operaciones y de los elaborados mecanismos que utilizan para ocultarlas.

La pandilla carcelaria, conformada a principios de la década de los noventa, se involucró inicialmente en el negocio de las drogas coordinando las ventas de estupefacientes al interior de las cárceles de Brasil. En 2012, las ganancias del grupo por concepto de narcotráfico alcanzaron los US$32 millones al año. Desde entonces, el PCC ha expandido sus operaciones por todo el continente.

Los libros de contabilidad confiscados en 2018 revelaron que el PCC ya había desarrollado estrategias de lavado de dinero a gran escala, incluso a través de oficinas de cambio de divisas y gasolineras adquiridas con fondos ilícitos. La reciente redada muestra también que el grupo está lavando millones de dólares a través de mecanismos más sutiles y difíciles de rastrear.

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El esquema se basa en el tradicional mecanismo del PCC de explotar a los miembros encarcelados y a sus familiares del sexo femenino. El grupo les cobra “cuotas sindicales” a los miembros en prisión; además, en 2015 se descubrió que sobornaba a mujeres para que les entregaran dispositivos de información y comunicaciones a los internos.

Estas formas de explotación son cada vez más comunes en todo el continente. En Guatemala, por ejemplo, se ha descubierto que las pandillas utilizan las cuentas bancarias de sus esposas y novias para blanquear las ganancias que obtienen mediante extorsiones.