Quince años después del lanzamiento de una de las películas más conocidas de Brasil, un hombre que encarnó a un narcotraficante en la cinta ha sido acusado de convertirse en un capo en la vida real, lo que ilustra los cercanos paralelos de la crónica del crimen organizado en Rio de Janeiro, aclamada por la crítica, con la realidad que sigue viviéndose hoy día en la ciudad.

En su adolescencia, Ivan da Silva Martins hizo su debut en la pantalla grande como narcotraficante en “Ciudad de Dios” (“Cidade de Deus”), la película de 2002 de los directores brasileños Fernando Meirelles y Kátia Lund, que les valió la fama internacional por su retrato de la vida en los barrios marginados de Rio, conocidos como favelas, muchas veces azotados por la pobreza y la violencia criminal.

Ahora, el antiguo actor, conocido por los alias de “Ivanzinho” (el diminutivo de Iván) e “Iván el Terrible”, vuelve a ponerse bajo los reflectores de la opinión pública internacional tras ser acusado de participar en la muerte de un agente de policía en la favela Vidigal de Rio, ocurrida el mes pasado.

El sargento Hudson Silva de Araújo, quien murió como resultado de un tiroteo, fue el primer agente de policía muerto en Vidigal después de la implantación de una Unidad de Policía Pacificadora (Unidade de Polícia Pacificadora – UPP), en ese lugar en enero de 2012. Silva de Araújo fue el 91o. agente de policía que cae muerte en Rio de Janeiro este año.

El 31 de julio, una semana después del tiroteo, Da Silva Martins se entregó a la policía para “demostrar su inocencia”. Da Silva Martins declaró al Financial Times que temía ser ejecutado extrajudicialmente por la policía si no se presentaba por sí mismo.

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El director de “Ciudad de Dios”, Fernando Meirelles, declaró a O Globo que estaba “muy molesto” de enterarse de la presunta participación de Da Silva Martins en la muerte del agente de policía. Meirelles comentó que aunque había esperado que los jóvenes que conformaron el elenco de la película, procedentes de las favelas de Cidade de Deus y Rocinha “encontraran su camino en la vida”, había perdido contacto con Da Silva Martins y los otros jóvenes actores.

Poco después de la filmación de “Ciudad de Dios”, que terminó en 2001, Da Silva Martins fue arrestado por robo de autos a mano armada. Ese fue el primero de una serie de arrestos y acusaciones penales, que incluyeron varios robos y una acusación en 2014 por la creación de una banda criminal, por los cuales la justicia lo buscaba hasta su entrega la semana pasada.

En 2013, Da Silva Martins apareció en el documental “Ciudad de Dios: 10 años después”, donde se hacía un seguimiento a las vidas de los jóvenes que habían actuado en la cinta.

En esa época, Da Silva Martins dijo, “me preguntan por qué llevo una vida [en el crimen]. Lo hago porque tengo problemas, porque necesito dinero, porque la película no me dio dinero suficiente. Todo eso [el trabajo en la película] no significó nada, porque no hay razón en hacer una película que fue famosa en todo el mundo y seguir siendo pobre”.

Análisis de InSight Crime

En su lanzamiento, “Ciudad de Dios” recibió numerosos elogios de la crítica por la sombría caracterización de la expansión del crimen organizado y la inseguridad en un tugurio de Rio de Janeiro entre las décadas de 1960 y 1980. Casi dos décadas después del estreno de la cinta y cinco décadas después de la época que se ambientó, la inseguridad en Rio persiste, motivada en gran parte por los factores que citó Da Silva Martins: pobreza y falta de oportunidades reales para los jóvenes de las favelas.

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El fiel reflejo de la vida real en la cinta puede no ser sorpresa, dado que se basa en una novela escrita por un autor que creció en la Cidade de Deus real. Pero esta verosimilitud es lo que dio su categoría de clásica a la cinta; es un vívido retrato de cómo problemas como la pobreza y la marginación contribuyen a la inseguridad, y cómo esos problemas han sido ignorados en su mayoría durante años.

En lugar de eso, durante décadas las autoridades de Rio han implementado políticas de seguridad de mano dura, que incluyen el despliegue masivo de ejército y programas de vigilancia defectuosos, que no solo han resultado ineficaces para reducir el crimen, sino que además han empeorado las violaciones a los derechos humanos y sumido a muchos residentes de las favelas en mayor temor y desconfianza de los representantes de la fuerza pública que de los grupos del crimen organizado.