En una entrevista con el portal de periodismo investigativo El Faro, un líder pandillero no identificado afirma que los partidos políticos de El Salvador le ofrecieron a los líderes de pandillas beneficios especiales a cambio de votos.

Hace poco tuve la oportunidad de platicar largo con un veterano pandillero al que llamaré Maicol. De 40 años ya, Maicol durante más de una década fue el líder de una de las clicas más activas de su pandilla. Y lo fue desde la cárcel.

Cayó preso recién comenzado el siglo y cumplió su condena en plena Tregua; es decir, vivió la evolución del fenómeno desde primera fila. Hoy es un peseta, alguien que renunció a su pandilla, un traidor que tiene prendida —junto a su familia—la luz verde. Una fuente privilegiada. (Una luz verde es una jerga para arremeter o amenazar a alguien)

Este artículo apareció originalmente en El Faro y fue editado y publicado con permiso, pero no necesariamente refleja la opinión de InSight Crime. Vea la versión original aquí.

Hablamos sobre varios temas, pero en este artículo me ceñiré a sus reflexiones sobre elmanodurismo [política de mano dura], la receta que el finado Francisco Flores se sacó de la manga en el tramo final de su quinquenio.

“Los gobiernos siempre dicen que dan soluciones, pero esas soluciones solo sirvieron para hacer crecer todo” me dijo. “Comenzaron con lo de la Mano Dura…”.

A Maicol se le escapó una sonora sonrisa sarcástica.

“El Gobierno, según ellos, ¿va?, pensó: agarremos a estos hijosdeputa, ¿va?. Agarremos a 20, a 50, 60, 200… metámoslos al tavo [la cárcel] y hagamos un penal solo para ellos. ¿Y qué pasó? Nos unieron, crearon las ‘ranflas’ [el comando superior de las pandillas en las prisiones], nos dieron un lugar para planear”

“‘La Mano Dura, en vez de acabar con el problema, sirvió para organizarnos.”

El Plan Mano Dura se lanzó el 23 de julio de 2003, con una hollywoodense puesta en escena en la colonia Dina de la capital, literalmente ocupada por el Ejército y la Policía para que el presidente Francisco Flores pudiera interpretar su papel de defensor de los ‘ciudadanos honrados’.

Faltaba poco más de medio año para las elecciones presidenciales de marzo de 2004 y, apenas cuatro meses antes, en las legislativas de marzo, el FMLN se había convertido por primera vez en la fuerza más votada de El Salvador. Las maras eran ya un problema creciente de seguridad pública, con una guerra a muerte abierta entre ellas que generaba docenas de muertos cada año, pero nada que ver con lo que son en la actualidad, un problema de seguridad nacional, capaces de instaurar fronteras internas. Otro detalle importante: las cifras de asesinatos en 2002 y 2003 fueron las más bajas desde la firma de los Acuerdos de Paz, con tasas de homicidios incluso inferiores a las que el país tuvo durante la Tregua.

En ese contexto se apostó por el manodurismo y se vendió a la sociedad como la receta idónea. La improvisada y electorera apuesta se hizo con bombo y platillo, sobredosis de propaganda gubernamental, y la connivencia de una prensa narcotizada con los operativos tumbapuertas, los gorros navarone y los fusiles AR-15, y las presentaciones de picachadas de tatuados un día sí y otro también.

“El Gobierno solidificó las pandillas, ¿mentendés?” me dijo Maicol. “La Mano Dura, en vez de acabar con el problema, sirvió para organizarnos.”

La primera gran mutación del fenómeno de las maras (creación de estructuras de mando nacionales en las cárceles, apuesta por la renta como fuente de financiamiento, renuncia al tatuaje como elemento de jerarquía, férreo control de las canchas [territorio del barrio] y la ruptura paulatina con la idolatría al bajado de Estados Unidos) tiene lugar en los meses de apogeo del manodurismo, entre 2003 y 2006.

“‘Te estoy hablando de pláticas con diputados. Y nos pidieron que habláramos con nuestras familias para pedirles que votaran por el FMLN

“Y después, cuando ya estábamos organizados, nos hicieron políticos. Ellos [el gobierno] nos hicieron políticos, ¿mentendés?” me dijo Maicol. “Ellos secretamente llegaban a los penales antes de cada elección y buscaban a nuestros líderes para decirles: cuando nosotros ganemos, van a cambiar ciertas cosas; no les vamos a dar todo, pero vamos a aflojar un poco la pita, y aquí y todo eso. Te estoy hablando que ciertos diputados tienen algo que ver en el crecimiento de las pandillas.”

“Diputados de ARENA?” pregunté (en referencia a la Alianza Republicana Nacionalista).

“¡De todos los partidos! Para la primera victoria del FMLN, nos reunieron. Te estoy hablando de pláticas con diputados. Y nos pidieron que habláramos con nuestras familias para pedirles que votaran por el FMLN. Iba a haber beneficios, y nos los mencionaron y todo: que a la mayoría nos iban a dar las dos terceras partes o la media pena, para salir libres, o que iban a cerrar el penal de Zacatraz [conocida como la prisión Zacatecoluca de máxima seguridad para los miembros de pandillas] o que si no lo cerraban, lo iban a dejar como los otros penales, que pudieras tocar a tu visita, tener contacto, íntima [visitas conyugales]… Y se hizo: cada pandillero habló con su familia, y algunos hasta con civiles hablaron. Date cuenta de todos los presos a nivel nacional, y en todos los penales anduvieron; que cada quien tenga dos o tres familiares que votaron por el FMLN… esos votos hicieron ganar a Funes.”

La entrevista con Maicol la mantuve algunos días antes de que El Faro publicara el video en el que se escucha a Ernesto Muyshondt, el exvicepresidente de ARENA, realizar para las presidenciales de 2014 ofrecimientos similares a voceros de la Mara Salvatrucha y de las dos facciones del Barrio 18.

“Te estoy hablando de que ellos, el Gobierno, siempre han tenido el poder para acabar con todo, pero nunca lo han querido hacer” me dijo Maicol.

Este artículo apareció originalmente en El Faro y fue editado y publicado con permiso, pero no necesariamente refleja la opinión de InSight Crime. Vea la versión original aquí.

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