Las negociaciones de paz en el Cauca penden de un hilo tras el asesinato de un soldado colombiano a manos de las ex-FARC mafia, poniendo de relieve la fragilidad de la Paz Total en este departamento estratégico para el narcotráfico.

En la mañana del 11 de octubre autoridades colombianas confirmaron la muerte de Dinolberto León Martínez, soldado de las Fuerzas Militares de Colombia. Martínez fue asesinado mientras realizaba tareas de vigilancia cerca de un puesto de votación para las próximas elecciones regionales en el municipio de Balboa, Cauca, en el pacífico colombiano.

Según el ejército, el ataque fue perpetrado por el Frente Carlos Patiño, un grupo afiliado al  Estado Mayor Central (EMC) de las ex-FARC mafia, una confederación de frentes disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que se apartaron del proceso de paz en 2016.

La instalación de la mesa de negociación entre el gobierno colombiano y el EMC, estaba prevista para el pasado 8 de octubre, tres días antes del ataque. Sin embargo, tras horas de reuniones e incertidumbre, el gobierno y el EMC anunciaron que aplazarían el inicio de las negociaciones y el cese al fuego bilateral hasta el 16 de octubre, aunque anunciaron el fin de las operaciones ofensivas por ambos bandos. 

Ahora, con el asesinato del soldado, las negociaciones están en vilo. El gobierno colombiano aún no se ha pronunciado sobre la posibilidad de suspender las conversaciones previstas con el EMC,  parte de la ambiciosa política de “Paz Total” del presidente de Colombia, Gustavo Petro, que busca poner fin al conflicto interno en Colombia.

Luego de un periodo de enfriamiento, las negociaciones entre el gobierno y el EMC -liderado por Néstor Gregorio Vera Fernández, alias “Iván Mordisco”-  iniciaron una nueva ronda en septiembre. Sin embargo, los acercamientos han estado marcados por un incremento en la violencia por parte del grupo armado, especialmente en el departamento del Cauca. 

Cauca es un territorio clave para el tráfico de drogas, donde el EMC busca conectar las zonas de producción de coca con los puntos de salida en la costa Pacífica para generar grandes ganancias. 

Una serie de ataques por parte del EMC  a instalaciones policiales y militares en los municipios de Suárez, Santander de Quilichao y Buenos Aires a finales de septiembre, llevaron al ejército a reforzar su ofensiva militar en la zona del Cañón del Micay, una región estratégica para el narcotráfico, que comprende los municipios de El Tambo, Argelia y López de Micay, al occidente del Cauca.

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Las tensiones entre ambos bandos vienen en aumento. Días antes del inicio previsto del cese al fuego, el EMC anunció que daría por terminados los preparativos para esta medida por “la incapacidad de parar la guerra” en el departamento del Cauca. A pesar de la alerta que generó el mensaje, al día siguiente se retractó y en un comunicado oficial reiteró su compromiso con el cese al fuego.

El anterior intento de tregua entre el gobierno y el EMC terminó de forma abrupta a finales de mayo, luego de que el Frente Carolina Ramírez, adscrito al EMC, asesinara a cuatro niños indígenas en Caquetá.

Análisis de InSight Crime

En departamentos como Cauca, la violencia asociada al control de economías criminales como el narcotráfico por parte de las ex-FARC mafia han expuesto las fracturas en la política de Paz Total del presidente.

En el norte del Cauca se respira una sensación de zozobra similar a la que se vivió en muchas partes de Colombia durante los momentos más álgidos del conflicto. 

En Santander de Quilichao, las barricadas cierran la calle de la estación de policía, que, con sus múltiples impactos de bala en la fachada, es un recordatorio de la ola de violencia que azota la región.

En esta zona, la policía no es el único blanco de los grupos armados. El Frente Jaime Martínez, parte del EMC, impone estrictas reglas de convivencia en las comunidades mestizas e indígenas, recluta menores, y se lucra de la producción de coca. 

Las comunidades, afectadas durante décadas por la violencia, ven las negociaciones con poca esperanza. “Tras el acuerdo de paz [con las FARC] las cosas cambiaron, [los grupos armados] ya no tienen objetivos políticos claros, son muy criminalizados. Antes la guerrilla tenía ideales, construían carreteras y respetaban a la comunidad”, comentó un líder social en una zona rural del departamento. 

A lo largo de la carretera Panamericana -que atraviesa el departamento-, cuando aparecen caseríos entre las montañas y la densa vegetación, los grafitis del EMC son un recordatorio constante de la fuerte presencia del grupo en la región: «Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia Presente. Comando Conjunto de Occidente – FARC-EP», reza uno de ellos. También hay pintas más sencillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que ha intentado sin éxito ingresar a la zona. 

Graffiti en un pueblo a lo largo de la carretera Panamericana. Crédito: Sergio Saffon.
Graffiti en un pueblo a lo largo de la carretera Panamericana. Crédito: Sergio Saffon.

Sin embargo, la joya de la corona del Cauca está en la región del Cañón del Micay, al occidente.

El Cañón del Micay es una zona de alto valor para los grupos armados por su ubicación estratégica que conecta el occidente del Cauca con la salida al océano Pacífico. El Cañón del Micay concentra varias etapas claves de la cadena del narcotráfico; hay abundantes cultivos de coca, laboratorios de producción de cocaína y allí nacen varias rutas de tráfico de drogas hacia el Pacífico. Aunque el sector cocalero en Cauca se encuentra pasando por una fuerte crisis por falta de compradores, la zona sigue siendo de gran importancia para grupos como el EMC.

Los municipios de Argelia y el Tambo, donde se han concentrado la violencia en los últimos meses, están ubicados en el corazón del Cañón del Micay, y tienen la  mayor concentración de cultivos de coca del Cauca con 10.099 hectáreas para 2022, según la Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC).

“Argelia es un municipio muy estratégico porque tiene una selva que conecta con Guapi y se convierte en un corredor de movilidad de tropas y de cocaína para sacarla por el Pacífico” comentó un vocero de una organización no gubernamental en Popayán, la capital de Cauca, a InSight Crime.

La zona también es el bastión del Frente Carlos Patiño, una facción disidente de las FARC afiliada al EMC. A pesar de competir por el control de este territorio estratégico con el ELN y la Segunda Marquetalia, el Carlos Patiño ha logrado establecerse como el principal actor criminal de la zona.

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Las disputas entre los grupos criminales son uno de los factores que amenaza con romper la Paz Total en departamentos como el Cauca, que requiere un cese a la violencia por todas las partes involucradas. Incluso, el ELN y la Segunda Marquetalia  se han aliado contra el Frente Carlos Patiño para intentar capturar Argelia.

Además, la Operación Trueno lanzada por el ejército nacional en agosto de 2023, abrió un nuevo frente de guerra para el EMC, y puso las negociaciones en una situación precaria. 

Desde el inicio de su nueva fase, la operación dejó cerca de veinte integrantes de las disidencias muertos en desarrollo de operaciones militares, 17 más sometidos a la justicia y otros 17 capturados, así como nueve campamentos desmantelados  y 600 minas antipersonal neutralizadas. 

Con los eventos del 11 de octubre, las facciones del EMC en el Cauca han demostrado que no están dispuestas a sacrificar un territorio tan estratégico como el Cañón del Micay, incluso mientras se llevan a cabo negociaciones con el gobierno a nivel nacional.