El Ejército de Liberación Nacional (ELN) es la última verdadera insurgencia de Colombia y una de las organizaciones criminales más poderosas de América Latina. Con su expansión y fortalecimiento en Venezuela durante los últimos años, se ha constituido como una guerrilla binacional.

Originalmente, el ELN era un movimiento nacionalista influenciado por la revolución cubana, enfocado en el secuestro, la extorsión, y en atacar a la infraestructura petrolera. Aunque evitó el tráfico de drogas por décadas, desde los últimos años está profundamente involucrado en el narcotráfico a nivel internacional.

Hoy en día, el ELN está conformado por más de cinco mil integrantes, incluyendo redes de milicianos infiltradas en la población civil. Esa fuerza se distribuye entre Colombia y Venezuela, pero sus objetivos en cada país son muy distintos. Mientras en Colombia el ELN se dedica a enfrentar al Estado en una revolución armada, en Venezuela actúa más como una fuerza paramilitar en apoyo del gobierno de Nicolás Maduro.

A pesar de sus intereses criminales en ambos lados de la frontera, los principales comandantes del ELN continúan manteniendo una agenda política. En 2022, el grupo se unió a la propuesta de “Paz Total” del presidente de Colombia, Gustavo Petro, lo que resultó en el inicio de una nueva ronda de negociaciones de paz.

Historia

La guerrilla colombiana del ELN surgió en los años sesenta, época en la que Colombia se estaba recuperando de un sangriento periodo conocido como La Violencia, y en la que varios movimientos sociales e intelectuales del país eran influenciados por el contexto de la Guerra Fría y la Revolución Cubana.

Los segmentos más radicales de estos movimientos se convirtieron en el corazón del grupo guerrillero desde julio de 1964. Ese año se conformó una pequeña insurgencia armada que comenzó a entrenar en San Vicente de Chucurí, departamento de Santander, en el oriente de Colombia, a menos de 400 kilómetros de la frontera con Venezuela.

Seis meses después, el 7 de enero de 1965, el grupo realizó su primer gran ataque: la invasión a Simacota, un pequeño municipio de Santander. Allí anunciaron oficialmente su creación bajo el liderazgo de Fabio Vásquez Castaño.

Desde un principio, el ELN fue una organización altamente ideológica, la cual combinaba la doctrina marxista-leninista con la teología de la liberación: un movimiento religioso inspirado por las luchas contra la desigualdad en América Latina. De hecho, algunos de sus miembros iniciales, como el cura Camilo Torres, quien murió en su primer enfrentamiento en 1966, provenían directamente de la Iglesia católica.

Fue en ese contexto en que se sumó Manuel Pérez, alias “El Cura”, quien se convertiría en uno de los principales comandantes del ELN, aunque por poco fue ejecutado durante una purga interna dirigida por el comandante de ese momento, Vásquez Castaño.

Pocos años después del ataque a Simacota, el ELN estuvo al borde de su aniquilación. Una ofensiva militar en 1973, conocida como “Operación Anorí”, acabó con gran parte de su pie de fuerza y debilitó su línea de mando. Esto obligó a la guerrilla a replegarse a la frontera con Venezuela y rearmar su estructura criminal.

Después de la Operación Anorí, El Cura, junto a Nicolás Rodríguez Bautista, alias “Gabino”, tomaron el control del ELN. Ambos lideraron la expansión del grupo luego de la derrota militar en Anorí, llegando a departamentos como Casanare y Boyacá, cerca de la frontera con Venezuela; y a Nariño y Putumayo, al sur de Colombia.

Así, la guerrilla se recuperó lentamente, en gran parte debido a su participación en los secuestros extorsivos, los cuales se convirtieron en su principal fuente de ingresos.

Entre los setenta y los ochenta, el ELN comenzó a utilizar a Venezuela como refugio frente a los operativos de las autoridades colombianas, lo que convirtió el estado fronterizo de Apure en la retaguardia predilecta de la guerrilla.

El gobierno de Venezuela era hostil al ELN en un inicio, algo que se agravó después de la masacre de Cararabo en 1995, cuando ocho infantes de marina fueron asesinados por la guerrilla en el estado Apure.

Mientras tanto, en Colombia, la guerrilla realizó varias de sus acciones militares más importantes. Una de ellas fue el secuestro de 190 personas en una iglesia en Cali, Valle del Cauca, al oeste del país, en 1999, el cual sigue siendo el mayor secuestro en la historia del país. En abril de ese mismo año, el grupo retuvo un avión comercial de la empresa Avianca, lo obligó a aterrizar en un área remota en el sur de Bolívar, y secuestró a sus pasajeros.

Estos hechos pusieron al ELN en el centro del escenario del conflicto en Colombia, a la vez que los convirtieron en objetivo para otros grupos armados ilegales. La creciente presión de las fuerzas de seguridad colombianas, junto a los ataques de la organización paramilitar conocida como Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), así como su relación antagónica con las FARC, obligaron al ELN a abandonar algunos territorios en Colombia y a aumentar su presencia en Venezuela.

Su refugio en el vecino país se vio favorecido con la llegada a la presidencia de Hugo Chávez en 1999, el cual asumió una actitud amistosa con el ELN y con las FARC, sirviendo de antesala para el fortalecimiento de las guerrillas colombianas en ese país.

Durante esta época, el ELN tuvo menos importancia en el plano militar y menos influencia territorial que las FARC, quienes se convirtieron en el principal grupo guerrillero de Colombia. En ese momento, el ELN se enfocó en sus bases políticas y sociales con el fin de intentar ganar legitimidad y apoyo en las comunidades donde tenían presencia.

Mientras la mayoría de las subestructuras estaban debilitadas y tuvieron que replegarse territorialmente, el Frente de Guerra Oriental en Arauca resistió diversas ofensivas militares en su contra. Prueba de ello fue la confrontación que tuvo con las FARC en la región, la cual terminó con un pacto entre ambas guerrillas y con un proceso de fortalecimiento del ELN en la franja fronteriza con Venezuela.

Asimismo, la comandancia del ELN se replanteó sus estrategias financieras, militares y políticas en varias regiones del país. La necesidad de fortalecer sus estructuras armadas y su influencia social en el país llevaría a varios frentes a ampliar sus portafolios criminales e incursionar en otros sectores, que, como el narcotráfico y la minería ilegal, se convertirían en piezas claves para el futuro de la guerrilla.

Una vez desmovilizadas las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a principios de 2017, el ELN emprendió un proceso de expansión tanto a nivel nacional como internacional. Además de llenar los vacíos territoriales dejados por las FARC, el ELN aumentó su participación en las economías criminales en Colombia y Venezuela, donde el ascenso al poder de Nicolás Maduro en 2013 impulsó aún más la presencia de la guerrilla en ese país.

Este reposicionamiento se tradujo en una expansión del ELN en departamentos de toda Colombia, pero su fortalecimiento fue más evidente en la frontera entre los dos países, donde el reacomodo sobre varias zonas de la frontera no solo le permitió al ELN manejar corredores para el paso de contrabando y narcotráfico entre ambos países, sino que también significó la consolidación de una ruta para el movimiento de combatientes entre Venezuela y Colombia.

No obstante, las actividades del ELN no se detuvieron en la frontera. Investigaciones de InSight Crime han documentado la incursión y dominio que el ELN ejerce en el interior del país, incluso sobre las zonas mineras ubicadas en el estado Bolívar, al oriente de Venezuela.

En ese contexto, Venezuela comenzó a tomar un papel central para la insurgencia colombiana. Comandantes como Gustavo Aníbal Giraldo, alias “Pablito”, decidieron trasladarse al vecino país y desde allí liderar los hilos operativos de la organización.

El ELN empezó a operar como una guerrilla binacional. En Colombia, sigue enfocado en tomar territorio, enfrentarse con la fuerza pública y construir bases políticas, todo en nombre de su revolución. Pero en Venezuela sus simpatías ideológicas y alianzas estratégicas con el gobierno chavista lo llevaron a funcionar como un grupo paramilitar, coordinando operativos con las fuerzas de seguridad, interfiriendo en eventos electorales y ayudando al gobierno a controlar zonas claves.

El ELN ha participado en varias rondas de conversaciones de paz con el gobierno de Colombia, comenzando en 1975, y seguido por intentos de diálogo en 1994, 1998 y 2005.

En 2014, el ELN retomó las negociaciones de paz en Colombia, esta vez con el presidente Juan Manuel Santos, quien para ese entonces ya lideraba unos avanzados diálogos de paz con las FARC. Los acercamientos de paz finalizaron en 2019, cuando la guerrilla atacó con un carro bomba una escuela de formación de la Policía en la capital, Bogotá. El atentado dejó 21 muertos y casi un centenar de heridos. Poco después, el entonces presidente, Iván Duque Márquez, acabó oficialmente con las conversaciones de paz e impulsó nuevos operativos militares contra esa guerrilla.

En ese contexto, un ELN fortalecido ha retomado en Caracas las conversaciones de paz con el nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, en las cuales Venezuela se perfila como un garante fundamental, y Caracas como el escenario idóneo para las negociaciones. Gracias a esto se han suspendido las órdenes de captura de 17 de sus líderes más importantes.

Actividad criminal

En sus inicios, la economía de guerra del ELN se sustentaba en los ingresos percibidos por los secuestros, extorsiones y ataques contra la infraestructura petrolera. Para los años ochenta, el grupo constituyó oficialmente el Frente Domingo Laín en Arauca, el cual se fortaleció gracias a la extorsión a multinacionales encargadas de la perforación de pozos petroleros en el departamento.

No obstante, el petróleo y los secuestros se quedaron cortos frente a las necesidades de la guerrilla en varias regiones de Colombia.

Así, aunque el ELN evitó tener una relación directa con el narcotráfico durante varias décadas, las transformaciones del conflicto armado colombiano y el debilitamiento de la guerrilla llevaron a varios frentes de guerra a involucrarse de manera paulatina en la economía cocalera.

Si bien algunas subestructuras simplemente cobraban impuestos a campesinos y narcotraficantes, hoy en día existen frentes que están involucrados en la producción y tráfico internacional de drogas, especialmente en la frontera entre el departamento colombiano de Norte de Santander y el estado venezolano de Zulia.

Esta ampliación de su portafolio criminal también los llevó a insertarse en la extracción maderera y aurífera en departamentos como Chocó y Antioquia, en el oeste de Colombia, economías que fueron claves en sus procesos de crecimiento y expansión.

Su experiencia en economías extractivistas en suelo colombiano fue clave para su posterior dominio de varias zonas mineras en Venezuela. De acuerdo con investigaciones de campo realizadas por InSight Crime, el ELN ha impuesto disciplina y regulación en la minería en los estados Bolívar y Amazonas, con el beneplácito de sectores militares y políticos leales a Maduro.

Asimismo, su amplia presencia en los pasos clandestinos en la frontera entre Colombia y Venezuela, conocidos como “trochas”, le ha permitido al ELN recibir ganancias del contrabando y de los pagos que deben hacer los migrantes que quieran pasar por estos cruces ilegales. Hoy por hoy, el dominio de la frontera es determinante en las finanzas de la guerrilla.

Mandos

El ELN tiene una estructura confederada, en la cual sus frentes de guerra mantienen cierta independencia, a nivel tanto operativo como financiero. En cuanto a las decisiones políticas de la guerrilla, cuentan con un órgano de dirección llamado Comando Central (COCE), compuesto por cinco comandantes que se encargan de tomar las decisiones más importantes del grupo.

Luego está la Dirección Nacional (DINAL), un órgano integrado por 23 representantes elegidos por los ocho frentes de guerra, los cuales, a su vez, están liderados por un comandante, un cabecilla político y un cabecilla militar.

Actualmente, Eliécer Erlinto Chamorro, alias “Antonio García”, es el comandante en jefe de la guerrilla, acompañado en el COCE por Israel Ramírez Pineda, alias “Pablo Beltrán”, el comandante político y jefe negociador; Rafael Sierra, alias “Ramiro Vargas”, el comandante encargado de los asuntos internacionales; Jaime Galvis Rivera, alias “Ariel”, el comandante financiero, y Aníbal Giraldo, alias “Pablito”, el encargado de las relaciones entre el COCE y los frentes de guerra.

Pablito fue quien presuntamente orquestó el ataque a la Escuela de Policía General Santander, acción que puso fin a las conversaciones de paz en 2019. Además, ha jugado un rol central en la transición del ELN hacia una guerrilla binacional debido a su histórica presencia en la frontera con Venezuela, por lo que es uno de los líderes de mayor relevancia actualmente.

A esto se suma la influencia que los ocho frentes de guerra, y sus comandantes, tienen en las zonas que controlan.

El Frente de Guerra Nororiental Manuel Pérez Martínez (FGNO) tiene influencia en el departamento de Norte de Santander y en el estado Zulia, en Venezuela. Actualmente es liderado por Leonel Salazar Roa, alias “Gonzalo Satélite”. El Frente de Guerra Norte (FGN), con influencia en los departamentos de La Guajira, Cesar, Magdalena y Atlántico en Colombia, y Zulia y Táchira en Venezuela, actualmente es liderado por alias “El Poeta”.

El Frente de Guerra Oriental Manuel Vásquez Castaño (FGO) tiene influencia en los departamentos de Arauca, Boyacá, Vichada y Casanare y en los estados de Apure, Táchira y Amazonas, en Venezuela. Alias Pablito fue el comandante del frente hasta 2016 y es uno de sus representantes más importantes.

El Frente de Guerra Jesús Darío Ramírez Castro (FGJDR) tiene influencia en el departamento de Antioquia y en el sur de Bolívar. El frente fue comandado por Gustavo Wilfredo Vásquez Castrillón, alias “Pirry”, hasta su muerte a principios de 2022.

El Frente de Guerra Occidental Omar Gómez (FGO) tiene influencia en los departamentos de Chocó y Risaralda. Fue liderado por Ogli Ángel Padilla Romero, alias “Fabián”, hasta su muerte en 2021, y actualmente es comandado por Enilce Oviedo Sierra, alias “Martha” o “La Abuela”.

Algunos frentes no tienen un comandante claro, como el Frente de Guerra Suroccidental Carlos Alberto Troches Zuleta (FGSO), con influencia en los departamentos de Nariño y Cauca, y el Frente de Guerra Central (FGC), con influencia en los departamentos de Tolima, Risaralda y Antioquia.

Por su parte, el Frente de Guerra Urbano Nacional Camilo Torres Restrepo (FGUN), consolidado hace pocos años, podría tener células en las principales ciudades de Colombia, como Medellín, Barranquilla, Bogotá y Cali. Sin embargo, su accionar ha sido menos llamativo que el de los otros frentes. El supuesto comandante del FGUN es Jaime Galvis Rivera, alias “Ariel” o “Lorenzo Alcantruz”.

Geografía

De acuerdo con reportes independientes y estimaciones realizadas por InSight Crime, el ELN opera en al menos 23 de los 32 departamentos de Colombia y en ocho de los 24 estados de Venezuela.

En Colombia, sus principales bastiones se encuentran en los departamentos de Chocó, al noroccidente del país, Norte de Santander, al nororiente, y Arauca, al oriente del país, donde controlan parte del narcotráfico, el contrabando y la extorsión.

En menor medida, pero con posiciones estratégicas, el ELN también está en los departamentos de Antioquia, Bolívar, Cauca, Valle del Cauca, Nariño y Vichada. Estos departamentos son claves por sus cultivos de coca, la producción de cocaína y los corredores transfronterizos hacia Ecuador y Venezuela.

En la frontera con Venezuela, los principales Frentes de Guerra son el Nororiental y el Oriental, los cuales han usado su fortaleza en la región para aumentar su presencia dentro de Venezuela en los últimos años.

Los estados venezolanos donde el ELN tiene mayor presencia son Zulia, Táchira, Apure y Amazonas. En esas zonas, la guerrilla se asentó en municipios fronterizos que le permiten controlar economías criminales y garantizar la movilidad entre Colombia y Venezuela.

El ELN también ha extendido su presencia a estados en el centro y este de Venezuela, como Bolívar, Anzoátegui y Guárico.

Aliados y enemigos

Los enemigos del ELN han sido múltiples y de distintas naturalezas, y abarcan desde grupos paramilitares hasta insurgencias.

Uno de los principales enemigos del ELN en Colombia son los Urabeños, también conocidos como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golfo. En Antioquia y Chocó mantienen una disputa territorial desde 2019 por el control de zonas clave para el narcotráfico y la minería ilegal.

Una de las principales rivalidades que mantiene el ELN en el eje fronterizo entre Arauca y Apure es con la facción del Frente 10 de las ex-FARC mafia.

En 2019 se reportaba que ambos grupos habían hecho acuerdos de no agresión en los departamentos de Arauca, Boyacá y Casanare. Sin embargo, en 2022, el Frente 10 y el Frente Domingo Laín del ELN empezaron a enfrentarse en Arauca y Apure, en un conflicto que involucró a las fuerzas de seguridad venezolanas y a elementos de otra disidencia de las FARC: la Segunda Marquetalia.

Desde 2018, la Segunda Marquetalia, bajo el mando de Luciano Marín Arango, alias “Iván Márquez”, estableció acuerdos con el ELN en suelo venezolano con el objetivo de definir una repartición territorial, pactos de no agresión y división de las rentas criminales.

En Norte de Santander y Cesar, dos departamentos colombianos ubicados al este de la frontera con Venezuela, el ELN desplazó al Ejército Popular de Liberación (EPL) y pasó a ser uno de los grupos más poderosos en la zona. En esa misma región, la guerrilla tiene un acuerdo de no agresión con las ex-FARC del Frente 33.

Por otro lado, las alianzas más importantes del ELN en Venezuela son con segmentos de las autoridades de ese país, las cuales le permiten actuar con cierta libertad en su territorio. Esta relación es aún más evidente en los estados fronterizos con Colombia, donde la guerrilla se relaciona con agentes de las fuerzas de seguridad y autoridades políticas.

Otro de los actores criminales de Venezuela, con el cual ha tenido una relación ambigua, es con las Fuerzas Bolivarianas de Liberación (FBL) también conocidas como Fuerzas Patrióticas de Liberación Nacional (FPLN), o “Boliches”. En el estado Apure, el ELN no interfiere en los negocios del FBL debido a peticiones hechas desde Caracas, según fuentes consultadas por InSight Crime.

Perspectivas

El proceso de transnacionalización del ELN en Venezuela, además de darle un nuevo renacimiento, le ha permitido consolidarse como una de las principales amenazas a la seguridad en América Latina.

Actualmente, la guerrilla ha retomado las conversaciones de paz con el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en un nuevo impulso para terminar el conflicto en la mesa de negociación. Sin embargo, estas conversaciones se enfrentan a varios retos, entre ellos la estructura federada de la guerrilla, que les da cierta independencia a los comandantes de cada frente de guerra respecto a las órdenes del COCE.

Además, el ELN atraviesa por un momento histórico: la guerrilla tiene un pie de fuerza de hasta cinco mil integrantes, incluidas las milicias; controla una gran variedad de rentas criminales tanto en Colombia como en Venezuela, y cuenta con líderes que, como Pablito, son cínicos con respecto a las perspectivas de paz.

A lo anterior, se suma la injerencia del ELN en Venezuela, donde opera con cierta libertad gracias a las relaciones con políticos y cuerpos de seguridad.

Así pues, incluso si las conversaciones de paz con el gobierno de Gustavo Petro son fructíferas, el compromiso del ELN por volver a Colombia, entregar las armas y desmovilizarse, está por verse. Incluso si el ELN decidiera firmar la paz y desmovilizarse, es probable que un número indefinido de sus integrantes en ambos países se rehúsen a entregar las armas y decidan continuar delinquiendo.

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