Los asesinatos de agentes de policía en el estado de Nuevo León, al norte de México, han aumentado 143% entre 2019 y 2022 en medio de un repunte general de los homicidios, que coincide con la expansión del Cartel del Noreste en el estado.

El asesinato del jefe de policía municipal de la ciudad de Linares, Gabriel Solano González, a finales de junio, fue el último de 16 registrados en el estado en lo corrido del año, según datos de Causa en Común, una organización de la sociedad civil que documenta los asesinatos de policías con base en información de prensa.

En 2022, Nuevo León registró 17 asesinatos de policías, en comparación con apenas siete en 2019. Debido a la falta de registros oficiales, Causa en Común dice que sus datos son más precisos que las escasas estadísticas oficiales, las cuales adolecen de falta de transparencia y problemas de registro.

El número de policías muertos en Nuevo León representa apenas una fracción del total nacional, pero se observa un paralelo entre el aumento de estos homicidios y una agudización general de la violencia. Los homicidios crecieron casi 200 por ciento desde 2015, de solo 450 a 1.328 en el último año, según datos oficiales.

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La violencia en el estado ha estado ligada a dinámicas criminales y de control de Monterrey, la codiciada capital. Las autopistas estatales conectan el centro industrial con las ciudades fronterizas de Nuevo Laredo y Reynosa, que lo convierten en punto de tránsito vital para migrantes y cargamentos de droga con rumbo a Estados Unidos.

Al mismo tiempo, el área metropolitana de la ciudad es uno de los centros económicos más importantes de México, con relaciones estrechas con Estados Unidos. En esa condición, la ciudad es un lugar atractivo para el lavado de grandes cantidades de dinero ilícito del tráfico de drogas, migrantes y otras economías criminales sin despertar gran sospecha.

Análisis de InSight Crime

El incremento de los homicidios y asesinatos de agentes de policía en Nuevo León parece tener relación con la avanzada del Cartel del Noreste (CDN) para ampliar su territorio más allá de Tamaulipas.

Desde su surgimiento de entre remanentes de los Zetas, el CDN ha controlado históricamente la ciudad de Nuevo Laredo, en la frontera con Estados Unidos, y el norte del estado de Nuevo León. Pero, en los últimos años, el grupo también ha intentado expandirse hacia el sur en dirección a Monterrey.

Al menos desde 2019, el CDN se ha enfrentado a otros grupos surgidos del Cartel del Golfo y los Zetas, células del Cartel de Sinaloa, así como el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y otros grupos independientes.

“Los municipios donde han estado matando [policías] es donde se ha visto presencia de nuevos carteles”, señaló un jefe de policía municipal de los alrededores de Monterrey, quien habló con InSight Crime bajo anonimato.

A mediados del año pasado, por ejemplo, la emboscada y asesinato de seis agentes de la policía federal en Anáhuac, población entre Monterrey y Nuevo Laredo se atribuyó a un convoy de integrantes del Cartel del Noreste. Unos seis meses después, las autoridades capturaron a docenas de presuntos integrantes del grupo y asesinaron a otros seis al norte de Monterrey. Los agentes afirmaron que el CDN había desplegado varias células desde Nuevo Laredo para apoyar los esfuerzos por tomar el control de ciertos municipios aledaños a la capital.

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También se ha implicado al grupo en otros ataques y asesinatos contra agentes policiales este año en Salinas Victoria, pequeño municipio a menos de 40 kilómetros de Monterrey. Un agente municipal y dos federales fueron abatidos después de un tiroteo en enero, mientras que otros tres agentes de la policía municipal fueron asesinados en su día libre el mes siguiente.

En todo México, es costumbre de los grupos criminales recurrir a la corrupción local para apoyar sus intentos de expansión y para consolidar el control. La violencia selectiva es solo una de las tácticas para obligar a las autoridades a cambiar sus lealtades hacia grupos rivales.

“Qué es lo que hacen comúnmente cuando un cartel está entrando: empieza a amedrentar a las autoridades”, señaló el jefe de policía. “[Tratan de] cooptar mediante actos de corrupción y asesinan a quienes no cooperan”, agregó.

Dicho esto, aún no hay certeza sobre si el grupo está atacando a policías por esta razón específica o si los agentes cayeron muertos durante confrontaciones para capturar a sus miembros. Los datos de Causa en Común no establecen esa diferencia; solo la ubicación y el rango de los agentes caídos.

Esto no desconoce que en general la corrupción local tiene relación con los asesinatos de policías. Los agentes corruptos que trabajan para un grupo rival pueden ser atacados, mientras que otros pueden caer simplemente por no cooperar y cumplir con su deber. El jefe de policía explicó que “muy pocos municipios se enfrentan a la colusión entre policías y cárteles”.


Aunque los recientes asesinatos de agentes han preocupado a las autoridades federales, la violencia aún no llega a los niveles vistos hace más de una década. En ese periodo, los Zetas y el Cartel del Golfo superaron la capacidad de las autoridades en Monterrey y sus alrededores, en la guerra entre ambos grupos por controlar el área metropolitana por lo estratégico de su ubicación geográfica y su economía. Solo en 2011, se contaron cerca de 100 agentes entre los más de 2.000 homicidios contabilizados en Nuevo León.

Aunque actualmente las cifras distan de ser tan ominosas, de mantenerse la actual tendencia, Nuevo León podría entrar en otro ciclo de violencia extrema por cuenta de los cambios en su panorama criminal. El mes pasado, el Cartel del Noreste dejó una “narcomanta” de advertencia junto a un cadáver en Monterrey, anunciando que habría más homicidios.

“Esto va para todos: aquel que está en contra del Cartel del Noreste, es mejor que se alineen o serán ejecutados”.