Al narcotráfico y al crimen organizado transnacional se les ha responsabilizado por los recientes motines en las cárceles de Ecuador, sin embargo, la violencia carcelaria tiene que ver más con el cómo las pandillas locales se reparten el negocio de las drogas.

Después de los amotinamientos del pasado 23 de febrero, que dejaron como resultado 80 reclusos muertos, el presidente Lenín Moreno puntualizó que la violencia es una consecuencia de la infiltración del dinero del narcotráfico en el país. El entonces ministro del Interior, Patricio Pazmino, quien renunció a raíz de los hechos, vinculó los motines al crimen organizado, haciendo hincapié en las 22 toneladas de cocaína incautadas en el país durante los dos primeros meses de 2021.

Pazmino dijo ante la Asamblea Nacional que esta no fue “una simple riña”, sino “una confrontación entre grupos criminales que quieren el control de los mercados ilícitos como el narcotráfico”, según recogió Primicias.

Por otra parte, recientes investigaciones periodísticas han demostrado que los amotinados tenían como objetivo atacar a los miembros de más alto rango de Los Choneros, una curtida pandilla callejera y carcelaria.

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Cuatro antiguas subestructuras de Los Choneros —Los Chone Killers, Los Lobos, Los Pipos y Los Tiguerones— coordinaron los ataques en contra de los cabecillas de Los Choneros, banda que actualmente se encuentra fragmentada luego del asesinato del histórico jefe del grupo, Jorge Luis Zambrano, alias “Rasquiña”, en diciembre del año pasado.

Dos de los posibles sucesores de Rasquiña, conocidos con los alias de “JR” y “Fito”, fueron los principales blancos de los ataques. Según la investigación de Plan V, funcionarios de la prisión lograron impedir que se materializara el asesinato.

Pasados los motines, apareció una nueva coalición de pandillas que anteriormente hacían parte de Los Choneros, y que ahora se hacen llamar “Nueva Generación”. El nombre, que recuerda al poderoso grupo mexicano Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), suscitó rumores de que el crimen organizado azteca hubiera tenido que ver con los disturbios.

Análisis de InSight Crime

Es probable que el narcotráfico haya actuado como catalizador de los sangrientos motines carcelarios, pero no es la causa directa, como afirman los representantes del gobierno.

Situado en medio de Colombia y Perú —considerados los principales productores de cocaína a nivel mundial—, Ecuador se ha consolidado como un canal importante para los narcóticos enviados a Europa por medio de contenedores de carga marítimos. Al contrario de sus países vecinos, Ecuador no tiene mafias especializadas en el tráfico internacional de drogas, aunque tiene pandillas; si bien sus estructuras carecen de la sofisticación necesaria para coordinar redes de alcance transnacional.

Aun así, las pandillas han demostrado su utilidad para los traficantes internacionales. Su variado portafolio va desde la seguridad de los cargamentos de drogas en ciudades portuarias, hasta el cobro de deudas y el alquiler de armas. Las pandillas también se han hecho al control del narcomenudeo en las calles.

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En los últimos años, Los Choneros y sus rivales tradicionales, Los Lagartos, se han disputado el control de diversas rentas criminales en todo el país. En 2019, las iniciativas para mitigar la violencia en las prisiones mediante el traslado de los líderes de las pandillas a diferentes centros carcelarios, ocasionó el surgimiento de diferentes filiales de estas organizaciones en todo el sistema penitenciario.

Ahora, todas estas facciones buscan un pedazo del pastel, y la articulación entre antiguos subgrupos de Los Choneros es una muestra de ello. Los vacíos de poder que han dejado estos enfrentamientos, se convierten en ventanas de oportunidad para el surgimiento de nuevos liderazgos dentro de las prisiones.

Sin embargo, tras los cruentos motines, una serie de asesinatos perpetrados por miembros de Los Choneros indican que la pandilla estaría reafirmando su poder sobre grupos rivales.

En Ecuador, la violencia se ha recrudecido de la mano del narcotráfico en los últimos años. Las autoridades decomisaron un récord de 128 toneladas de drogas en 2020, un salto importante en comparación con las 82 toneladas confiscadas en 2019. En el mismo periodo, los homicidios pasaron de 1.188 a 1.357 casos, una tendencia atizada, en parte, por la violencia entre pandillas.