El gobierno de Brasil inició una ofensiva contra las milicias, pero la policía estatal de Río de Janeiro podría ser un obstáculo para este proceso.

El 6 de noviembre, tropas del ejército y la policía se desplegaron en puertos y aeropuertos de Río de Janeiro y São Paulo, así como en otros estados con el fin de “ampliar las acciones de inteligencia […] arrestos y confiscaciones de bienes pertenecientes a bandas y milicias”, según dijo el presidente Luiz Inácio Lula da Silva el 1 de noviembre, al anunciar el plan para combatir a los grupos criminales.

Algunos de los blancos de estas acciones eran los principales cabecillas de las milicias de Río de Janeiro. El 31 de octubre, la policía federal arrestó a Dalmir Barbosa y a su hijo, Taillon, presuntos líderes de la milicia Rio das Pedras, una de las más antiguas de la ciudad. También fueron arrestados dos policías y un exsargento del ejército que trabajaban como guardaespaldas de ambos hombres.

Dalmir fue oficial de la policía militar hasta que fue expulsado de la institución en 2011. En la década de 1980 diversos expolicías conformaron muchas milicias a manera de grupos de autodefensa para luchar contra los narcotraficantes.

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El 23 de octubre, Matheus da Silva Rezende, alias “Faustão”, fue asesinado a tiros por la policía estatal de Río al oeste de la ciudad. Faustão era el segundo al mando de la Liga de la Justicia, la milicia más poderosa de Brasil, y sobrino de su líder, Luís Antônio da Silva Braga, alias “Zinho”.

La respuesta de Zinho fue rápida. En un ataque bien coordinado, las milicias incendiaron decenas de autobuses, camiones y un tren en el oeste de Río. La explosión de violencia llevó al cierre de escuelas y paralizó el tráfico.

Esta violencia tuvo lugar en zonas de la ciudad donde las milicias han actuado durante mucho tiempo con casi total impunidad. Durante la última década, las milicias han tomado progresivamente el control del gobierno en gran parte del oeste de Río.
Como informó InSight Crime en 2022, los habitantes de barrios bajo control de las milicias dependen en gran medida de estos grupos para acceder a electricidad, gas, agua, internet, televisión, estacionamientos, medicinas y bienes raíces. Se han construido bloques de apartamentos, sin registro y en terrenos protegidos, que son administrados y vendidos por las milicias.

Análisis de InSight Crime

Si bien la policía federal ha logrado arrestar y enjuiciar a importantes miembros de las milicias, las estrechas relaciones que históricamente ha habido entre la policía estatal de Río y los grupos de milicias podrían impedir una mayor represión de estas últimas.

Según analistas del crimen, los agentes de policía de Río son arrestados regularmente por vínculos con grupos de milicias y están estrechamente conectados con estas organizaciones criminales.

“La eficiencia de la policía estatal se ve obstaculizada por la participación de cientos de sus agentes en el crimen organizado”, le dijo a InSight Crime la experta Carolina Grillo, profesora de sociología de la Universidad Federal Fluminense en Río que se ha dedicado al estudio de los grupos de milicias.

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El caso de la Liga de la Justicia es un buen ejemplo. Hasta 2008, todos los cabecillas de la Liga de la Justicia eran agentes de policía retirados o en servicio. Esto cambió cuando la familia de Faustão ultimó a varios policías y asumió el liderazgo. Dos de sus tíos, que se encuentran entre los líderes de milicias más poderosos de Río, fueron asesinados por la policía estatal en 2017 y 2021.

Ahora la prensa brasileña especula que Faustão fue atacado después de que asesinara a un exagente de la policía estatal que fundó la Liga de la Justicia.

“La policía de Río también recibe menos supervisión que la policía federal”, le dijo a InSight Crime el profesor Benjamin Lessing, de la Universidad de Chicago, experto en el tema de conflicto criminal y corrupción en Brasil.

“La Fiscalía General del estado no ha hecho una buena supervisión de la policía estatal”, afirma. Y señala que una de las razones es que Río ya no cuenta con un secretario de seguridad pública.

Entre tanto, la policía federal ha sido elogiada por sus esfuerzos. Varios agentes de la policía federal estuvieron detrás del reciente arresto de Dalmir Barbosa. Reforzaron su presencia en Río después de la quema de autobuses, y durante más de una década han liderado complejas investigaciones sobre el funcionamiento interno de las milicias.

“La policía federal está haciendo un gran trabajo… pero su alcance es limitado. Es buena para arrestar a criminales de alto nivel, para poder reunir las pruebas necesarias para procesar este tipo de crímenes”, afirma Lessing.

Sin embargo, la policía federal tiene limitaciones en términos de personal y mandato.

“Ocupar barrios y restablecer la seguridad pública es responsabilidad de la policía estatal”, señala el experto.

Existen algunas alternativas. Grillo, por ejemplo, dice que Río podría controlar a la policía del estado si vuelve a nombrar un secretario de seguridad pública y les asigna a varias instituciones, incluida la sociedad civil, la supervisión de la actividad policial. “Si la policía estatal está sujeta a controles externos es y forzada a rendir cuentas de sus acciones, no será tan fácil para ellos […] cometer actos ilegales”, concluye Lessing.