Pablo Escobar y el Cartel de Medellín transformaron el tráfico de cocaína durante su apogeo en la década de 1980. Pero los 30 años que han pasado desde la muerte del capo han demostrado que el negocio sigue siendo una de las economías criminales más dinámicas del mundo.

VEA TAMBIÉN: Balance de InSight Crime de las incautaciones de cocaína en 2022

Escobar fue abatido por una unidad especial de la policía el 2 de diciembre de 1993. Su muerte marcó el inicio de una nueva era en el comercio mundial de la droga. En las tres décadas siguientes, las organizaciones de narcotraficantes dirigidas jerárquicamente por poderosos capos de alto perfil dieron paso a redes dispersas conectadas por intermediarios “invisibles” que tienden a evitar llamar la atención.

El negocio de la cocaína también se ha expandido. Estados Unidos sigue siendo el principal consumidor mundial de la droga, pero han surgido nuevos mercados enormes en Europa y Asia, lo que ha estimulado la aparición de nuevas redes de tráfico para alimentar esa demanda.

En respuesta, la oferta también ha experimentado un crecimiento imparable. La producción de cocaína en Colombia y los países andinos vecinos ha alcanzado máximos históricos en los últimos años, y los grupos criminales han empezado incluso a experimentar con cultivos fuera de su región de origen.

1. La caída de los carteles y el auge de los “invisibles”

En la época de Escobar, gran parte de la producción y el tráfico de cocaína estaban controlados por carteles dirigidos por personajes de renombre. En los años posteriores a su muerte, estas organizaciones jerárquicas y grandes personalidades han desaparecido.

Los traficantes han aprendido que es mucho más rentable mantener un perfil bajo, lo que ha dado lugar al surgimiento de lo que InSight Crime ha denominado los “Invisibles”. Entre los más prolíficos de los Invisibles desenmascarados están Guillermo León Acevedo Giraldo, alias “Memo Fantasma”, y Luis Agustín Caicedo Velandia, alias “Don Lucho”.

Al mismo tiempo, el mercado de la cocaína ha pasado a estar dominado por redes más flexibles y fragmentadas que se especializan en determinados pasos del proceso. Y los Gaitanistas —también conocidos como Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), los Urabeños o el Clan del Golfo—, uno de los principales grupos criminales de Colombia, son un ejemplo de ello.

Las AGC son el resultado de una evolución criminal que comenzó con el Cartel de Medellín y continuó con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Ninguna de las dos organizaciones logró recuperarse de la muerte de sus líderes ni de sus divisiones internas.

Las AGC aprendieron de esos fracasos y, desde el principio, se concibieron como una red. Esto les ha permitido adaptarse a las muertes y capturas de sus principales líderes, sin que ello afecte a su participación en los diferentes nodos del mercado de la cocaína.

2. El comercio de cocaína se vuelve global

Cuando el Cartel de Medellín de Escobar estaba en la cima de su poder, la mayor parte de los beneficios del tráfico de cocaína procedían del voraz apetito por la droga en Estados Unidos.  

Aunque Estados Unidos sigue representando la mayor parte del consumo mundial de cocaína, la expansión de los mercados europeos ha adquirido una importancia creciente en los últimos años. La droga se vende a precios elevados al otro lado del Atlántico, y los grupos delictivos de América Latina y el Caribe han establecido relaciones de tráfico con diversos socios europeos. La ‘Ndrangheta italiana, las mafias holandesas-marroquíes, las redes albanesas y otras mantienen ahora relaciones de tráfico en las fases iniciales de la cadena que aumentan sus ganancias al acercarlas al origen del producto.  

VEA TAMBIÉN: El itinerario de la cocaína hacia Europa

La cocaína producida en Sudamérica también ha empezado a fluir en cantidades significativas a través de nuevas regiones. Las redes nigerianas se han convertido en actores clave del tráfico hacia y a través de África. En el Medio Oriente, la cocaína se mueve ahora a través de Turquía, Israel y otros países.   

Varios mercados asiáticos también parecen preparados para crecer. Los precios de la cocaína en Australia y Nueva Zelanda están entre los más altos del mundo. Las grandes incautaciones recientes de la droga en los principales centros de transporte asiáticos, como Hong Kong, sugieren que los traficantes están tratando de satisfacer esa demanda.

3. La producción aumenta y se expande

En los últimos 30 años, el cultivo de coca se ha expandido sin cesar, aumentando la producción potencial de cocaína a niveles sin precedentes.

A pesar de las numerosas iniciativas emprendidas en las tres últimas décadas, como la erradicación forzada, la fumigación aérea y los programas de sustitución de cultivos, Colombia sigue siendo el principal productor mundial de cocaína. Desde 1999, cuando el Gobierno empezó a medir los cultivos de coca en el país, el número de hectáreas no ha dejado de aumentar, hasta alcanzar la cifra histórica de 230.000 hectáreas en 2022. El aumento de las áreas de cultivo de coca, junto con los avances en la tecnología que generan un mayor rendimiento de los cultivos y métodos más sofisticados para refinar la pasta base de coca y convertirla en cocaína, ha llevado a un crecimiento constante de la producción potencial de cocaína del país desde 2013, según cifras de las Naciones Unidas. Para 2022, el potencial de producción del país alcanzaba las 1.738 toneladas anuales, la cifra más alta de la historia.

La producción de cocaína también se ha expandido en otros países. En Perú, donde los cultivos de coca también alcanzaron la cifra récord de 95.008 hectáreas en 2022, los cultivos se están desplazando de los enclaves de producción consolidados a nuevas zonas a lo largo de las fronteras del país, como territorios indígenas y áreas protegidas. Y el cultivo de coca se ha extendido a países que antes no eran productores, como Honduras, Guatemala y Venezuela.